A menos de dos semanas de confirmar a Venezuela como sede de la Serie del Caribe de 2026, la Confederación de Beisbol Profesional del Caribe (CPBC) informó, el pasado lunes, que los otros tres países miembros comunicaron que, debido a situaciones externas ajenas a su control, no se encuentran en capacidad de asistir al evento.
Un breve texto de esa organización dio cuenta de que «las ligas miembros de Puerto Rico, República Dominicana y México expresaron que no asistirían a la Serie del Caribe de 2026, programada del 1ro. al 7 de febrero en Venezuela».
El anuncio de la CPBC se hizo en plena escalada agresiva del Gobierno de Estados Unidos contra Venezuela, aun cuando las autoridades beisboleras aseguraron la garantía del éxito del torneo. La histeria imperial sobre el país anfitrión del certamen, con un absurdo bloqueo naval, robo de buques y asesinatos a tripulantes de embarcaciones, sin saber ni siquiera quiénes viajaban en ellas, abortó el certamen en tierras bolivarianas.
Era de esperar el cambio de sede, como también que el nuevo huésped sería México, convertido en el paño de lágrimas de la pelota en América. Tampoco sorprende que la permuta sacara a Cuba de los países invitados, lo cual no tiene nada que ver con Venezuela, sino con seguir negándole el derecho a ser miembro pleno de la CPBC, por su historia y por sus méritos fundacionales.
Sobre un amasijo de argumentos políticamente motivados se ha mentido burdamente. La Serie del Caribe, que se inició en La Habana en 1949, y la CPBC, que nace en 1948 en la misma ciudad, son el fruto del prestigio y de la idea del beisbol cubano, como lo han documentado, en profusos estudios, los investigadores Félix Julio Alfonso, Oscar Fernández y Tony Pérez.
Cuba nunca se fue ni se ha ido de esa justa, la excluyeron por problemas políticos, sí, pero no de ella, a inicios de los años 60 del pasado siglo, al frustrar la realización del certamen en La Habana, entregándoselo entonces a la ciudad de Miami.
El pasado sábado, al preguntarle a Juan Reynaldo Pérez Pardo, presidente de la Federación Cubana (FCBS), sobre esa situación, dijo que: «La CPBC ni siquiera nos ha contactado». Ayer, la entidad de la Mayor de las Antillas consideró irrespetuosa su exclusión, y afirmó que «aunque la invitación recibida se generó desde Venezuela, en su condición de sede original de esta edición, fue avalada por la CPBC, rectora del torneo, del que nuestro país es fundador».
Argumentó el texto de la FCBS que «el cambio de escenario no justifica la no participación de Cuba, que, además, merece y exige un trato respetuoso, máxime tratándose de una situación tan sensible para nuestro deporte».
Pero este cuento es más largo, tanto que el propio presidente de la CPBC, Juan Francisco Puello, ha hecho gestiones para el regreso cubano. En el mismo escenario, Jalisco, que ahora acogerá la justa, dijo a Granma que su sueño era tener en Cuba esa lid, y afirmó que «sería un espectáculo que no quiero perderme». Eso fue en 2018. En 2019, en Panamá, al referirse a la membresía plena de la Isla, expresó que no existía aún una licencia que permitiera una relación contractual, y acotó: «Dios quiera que se resuelva, y antes de que yo salga se haga realidad el sueño».
Pero en febrero de 2021 cambió, y expuso el dictamen del imperio al afirmar que «lo de Cuba es un asunto que tiene que ver con lo político. Cuando ese país resuelva sus asuntos políticos, entonces volveremos a ver a Cuba. Mientras tanto, ese tema se quedará tranquilo».
Esa es la razón por la que Cuba pasó de participante a ser excluida. La CPBC, aunque caribeña, no puede decidir en su propia región al estar vinculada con una entidad estadounidense, la MLB, con la que Cuba, por la política hostil –sí, la del bloqueo de ese Gobierno contra su pueblo, que incluye a sus peloteros–, no puede tener una relación.

















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