ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA
La victoria contra Polonia en la Liga de Naciones resultó un momento cumbre en el año. Foto: Volleyball World

Otra vez el voleibol vuelve a ser la referencia más elevada de un deporte colectivo cubano en la arena internacional. Lo mismo en la sala que en la playa, entre mayores o en categorías inferiores, ha estado otra vez a la altura de la net.

Aun sin la trascendencia de un título mundial o continental, los de la malla alta han logrado mantenerse en una élite que consideramos hoy la más encumbrada, por su nivel competitivo.

Como mismo ha crecido en espectáculo, se ha disparado en el orden cualitativo. Sobre el tapiz hay una treintena de selecciones nacionales con capacidad de plantar duelo a cualquier rival por avezado que sea. Igual sucede en la arena, con similar cantidad de duplas con altísimo nivel para aspirar a los más elevados podios.

Entre esas plantillas y esos binomios están los de la Mayor de las Antillas.

En 2025, la principal escuadra masculina entró, por primera vez, en la vanguardia de la Liga de Naciones (VNL), al finalizar en la séptima plaza. En ese excelso torneo venció a Polonia y a Brasil, baluartes del firmamento de este deporte.

Es cierto que el bache en el Mundial, solo meses después, nos desmoronó la ilusión de seguir viéndolos codo a codo con los gigantes. A todas luces, en Filipinas se vieron síntomas de deuda física.

Recientemente, nos volvimos a emocionar con la cita del orbe de voleibol de playa, porque cada vez que Jorge Luis Alayo y Noslen Díaz compiten, Cuba vibra. Decíamos, hace unos días, que cuesta verlos perder, porque siempre parecen ganadores, y ellos lo saben.

Su noveno puesto en Australia los mantuvo en la nobiliaria corte de los diez primeros del mundo. Pero más que eso, nos sostiene las esperanzas para seguir acompañándolos en el largo y difícil camino hacia Los Ángeles-2028.

En la justa mundialista vimos también a la más joven formación de Eblis Veranes y Damián Gómez. No rebasaron la fase de grupos, pero ya mostraron sus potencialidades.

El pasado domingo, el elenco varonil Sub-17 se incluyó en la final continental, venciendo en épico partido (3-1) a Estados Unidos. En la final, cayó por 3-1 frente a Puerto Rico, aunque conserva sus posibilidades de estar en el Campeonato Mundial del próximo año, en Catar, justamente por disputar ese cetro.

También, en 2025, comenzó el proyecto de empoderamiento del voleibol femenino, una de las misiones más engorrosas –yo creo que no hay otro reto similar– propuestas por este deporte.

Llegar a recuperar el nivel de las espectaculares Morenas del Caribe es una tarea ardua y titánica, en manos de un extraordinario técnico, como el brasileño Luizomar de Moura.

El propio calendario ha sido testigo de las dotes de las y los voleibolistas en ligas internacionales de mucho abolengo. Han brillado en Italia, Francia, Rusia, Japón, Turquía, Portugal, entre otros países.

Por supuesto que todos los procesos desplegados requieren ajustes. Se necesita de un trabajo fino en aras de controlar los partidos en los tramos decisivos, a fin de que la calidad y las individualidades prevalezcan sobre esos tensos instantes.

Aunque se han hecho esfuerzos, es necesario incrementar el roce al más alto nivel en el periodo competitivo, o cercano al punto clímax de la temporada. Por ejemplo, tal vez el reñido 2-0 (21-19 y 22-20) que sacó a Díaz y Alayo en octavos de finales, cuando habían dominado en ambos sets segmentos del marcador, ante Schalk y Shaw, de Estados Unidos, hubiera tenido otro final de no haber estado inactivos competitivamente poco más de un mes antes del Mundial.

O a lo mejor la nómina del Sub-17 hubiera ganado el cuarto parcial de la final, forzando un quinto. Ese periodo lo perdían por cinco puntos (11-16) frente a Puerto Rico, e hicieron diez unidades por solo tres sus contrarios, para llevar la pizarra a un demoledor 21-19; pero a la hora de cerrar la manga, vino la baja de 1-6, con la cual cayeron por 25-22.

El voleibol es un deporte de racha, más desde que se juega el rally point, en el que todo error cuesta y cada acción positiva da puntos. Por eso es tan importante manejar los momentos claves del desafío, y mientras más se juegue al alto nivel, cerca de esos cruciales choques, mejor preparados estarán los jugadores para resolverlos.

Hay mucha calidad en ellos, muy buenos desempeños en ligas profesionales, y en la arena también hay excepcionales resultados en el circuito de más envergadura.

Sin embargo, un Mundial o una VNL, o unos Juegos Olímpicos, demandan exponer esos atributos todo el tiempo, por lo que se requiere estabilidad sicológica para controlar el momento decisivo.

No hay duda de que Cuba continúa en la gran escena de este deporte, y tampoco hay duda de que el gran resultado llegará, no está lejos; solo es cuestión de seguridad en lo que se tiene y en lo que se hace.

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