ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA
Foto: WBSC

Panamá.– Así quería ver toda Cuba a una selección nacional, cualquiera sea la categoría: combativa, sin darse por vencida, aun cuando le quede un inning y pierda por tres.

Así se portaron los muchachos del equipo de la Mayor de las Antillas en la disputa de la medalla de bronce que, además, significaba la clasificación para el Campeonato Mundial, del cual la isla caribeña estaba alejada desde 2021.

Desde José Ignacio Bermúdez, al pedir la pelota para abrir –el viernes tuvo un fatídico sexto inning–, pasando por el bate de Raider Sánchez, hasta el sensacional relevo de Yunier Batista, el elenco que dirige Danny Miranda fue todo coraje.

«Pedí la bola, por vergüenza, no podía quedarme con la imagen del día anterior, el equipo no se merecía esto. El objetivo era caminar el juego, y aunque en el cuarto capítulo nos falló tácticamente la defensa, costándonos cuatro carreras, yo sabía que mis compañeros no dejarían de pelear», dijo emocionado Bermúdez.

«Estoy bien al bate, solo tenía que concentrarme en que las bases estaban llenas, y que yo era el hombre que podía empatar el choque. Quería ese momento, lo deseaba, y cuando se me dio, no podía fallar, ni por mí ni por mi equipo, que nunca ha dejado de confiar en mí», dijo el joven Raider, quien con sus 19 años parece un consagrado.

Su doble contra las cercas del jardín central empató el juego a cuatro en el final del último acto. Sin embargo, no se pudo anotar, para presionar a la plantilla mexicana a que viniera a consumir el séptimo abajo en desventaja.

Pero en la lomita se había encaramado el astro avileño, el mismo Batista que se echó arriba a su Ciego de Ávila en la pasada Liga Élite. Ahora hizo lo mismo con el equipo Cuba, al colgarle los dos últimos ceros a los mexicanos, con una velocidad que le marcó en las pistolas del estadio Mariano Rivera hasta 93 millas por hora.

«Asumí aquí el rol que me dieron, el de cerrador, y me preparé para ese trabajo de uno o dos innings. Cuando Raider empató el juego, me dije: Yo soy el brazo que necesita mi equipo. Me llamaron, y salió el trabajo. Estoy muy feliz por haber cumplido con el resto de los peloteros, con mi director, con mi pueblo, y con mi familia, que nunca ha dejado de apoyarme y a la que le dedico cada lanzamiento», dijo.

Este equipo cumplió el objetivo de clasificar al Mundial, para que el beisbol cubano estuviera en las lides del orbe de todas las categorías.

Desde Cuba, algunos aficionados expresaron su alegría a Granma: «hacía tiempo no veíamos a un equipo nacional reaccionar de esa forma»; «ese es el Cuba que extrañábamos tanto»; «contra, qué feliz me siento, vi en ellos el espíritu de los Kindelán, Linares, Germán, Víctor Mesa, de Pedro Luis lazo…, así es como se gana», se supo desde una improvisada peña en Santos Suárez.

«Veníamos a estar en la final. El juego contra Panamá se nos fue en un inning, y también por el buen trabajo de su pitcher abridor. Sin embargo, los jugadores no dejaron de pelear, y frente a México no se vieron perdidos ni cuando estuvimos abajo por 4-0 en la cuarta entrada. Por eso me siento feliz, por la manera en que lucharon», afirmó el Director.

«Pero lo que hicieron aquí rebasó todas mis expectativas, y partió de la unidad de ellos con el colectivo de dirección. Tengo que felicitarlos por la disciplina, y al grupo de profesores hay que hacerle un monumento, por su sacrificio y su consagración».

Las palabras de Miranda abarcan lo que en Panamá fue la familia Cuba, la del beisbol, la de la identidad nacional y el patrimonio cultural.

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