ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA
Arián Iznaga acumuló tres títulos, igual cantidad de platas y dos bronces en Juegos Parapanamericanos. Foto: Cortesía del entrevistado

Sin vacilar ante una relación muy difícil con su madre, Arián Iznaga Ardiles escapó a los ocho años de su casa, en el municipio de Sagua la Grande, en Villa Clara. Tomó el tren hacia Aguada la Piedra, a 40 kilómetros de distancia, urgido de encontrar cobijo con su papá.

Su padre asumió responsabilidades en el central Antonio Finalet, y habitaron ese batey. El niño practicaba judo, con el profesor Amado, pero en una proyección cayó fuera del tatami y sufrió un derrame en su ojo derecho, tras impactar en la punta de un banco. Lo sometieron a cuatro operaciones, pero perdió la visión de ese lado.

Aunque tenía dificultades para distinguir los objetos desde lejos, conducía desde muy joven el jeep del papá. Pero con 12 años chocó una motoniveladora y el ventilete del auto le pegó en el ojo sano. Los médicos descartaron daños, pero él notó una disminución en su vista, sobre todo en las noches.

«Mi papá se enfermó del corazón, se le reventaron las venas de los pies y le amputaron los dedos meñiques. Lo internaron en el Cardiocentro de Santa Clara, con el prestigioso doctor Álvaro Lagomasino. Abandoné la escuela para acompañarlo, y allí me celebraron mi 16 cumpleaños, el 14 de enero de 1994. Tras dos intervenciones quirúrgicas, calificadas como exitosas, falleció el 20 de febrero. Con mi cabeza junto a su féretro juré: “Voy a triunfar en el deporte y te dedicaré mi primera medalla”».

Cuando más necesitaba apoyo, su madrastra lo dejó solo, sin saber cocinar siquiera. Para colmo, a partir del 31 de diciembre de 1995, jamás volvió a ver, y convirtió un palo de escoba en bastón. La asistencia social le entregaba una cantina con comida y dinero.

Ingresó en la Asociación Nacional de Ciegos, y su amigo, el nadador invidente Lázaro Brotón, le presentó al profesor de atletismo Jorge Luis Pérez Pérez, con quien pasó unas pruebas que definieron su vida. En el Campeonato Nacional de Santa Clara, en 1997, ganó tres de oro.

«Sumé siete títulos mundiales, en 100 y 200 metros. En la cita de Madrid, en 1998, dominé ambos eventos, con un récord del orbe. En esa época costaba asegurar los pasajes para los guías, y corrí con un extranjero; como no comprendía su idioma, al atravesar la meta en la eliminatoria del hectómetro aceleré, tumbé a mi entrenador y colisioné con una cámara, causante de ocho puntos encima de una ceja.

«No estuve en Sídney-2000, y en el retorno al equipo Cuba, conocí a Eliades Quirot, mi segundo guía, y me puse a las órdenes de Miriam Ferrer, a quien considero una madre».

Acudió en excelente forma al Mundial de París, en 2002, escenario de dos nuevas coronas y registros planetarios.

«En 2004 sufrí una rotura de miofibrilla de cuarto grado. Me atendió el doctor Rodrigo Álvarez Cambra, y pude llegar a Atenas, donde obtuvimos plata en el relevo 4 x 100.

«Uno de mis mayores aciertos consistió en preparar, como mi siguiente guía, a Yaseen Pérez, actual entrenador de la reina olímpica de 400, la dominicana Marileidy Paulino. Con él alcancé un bronce histórico en los 200, en Beijing-2008».

Aunque Arián Iznaga reside temporalmente en Brasil, mantiene total fidelidad a su país: «Donde la Revolución me necesite, estaré. Cuba es mi razón de ser».

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