PARÍS.–Los rostros de las personas se han convertido en banderas, y una gran paleta de colores se asoma, lo mismo en el estadio de fútbol que en la solemnidad de la sala de judo.
Es en la parte más visible del cuerpo, desde donde brotan las sonrisas, que la gente expresa los sentimientos por su equipo.
En las calles de la ciudad, nosotros, que llevamos la bandera en las prendas de vestir, o en una mochila, somos detenidos cada vez que nos ven e identifican en los colores patrios. ¡Cuba!, exclaman, y en sus rostros, con sus colores, se aprecia admiración por la Isla.
Esa amalgama de nacionalidades, respetándose y confraternizando, es la que hace hermoso al olimpismo. Ojalá el mundo viviera en sus cinco aros, que fueron creados, justamente, porque al menos uno de sus colores –el negro, el verde, el rojo, el azul y el amarillo– está presente en cualquiera de las banderas de los países que pueblan nuestro planeta.




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