El cañón de Yara hizo blanco en la fortaleza azul

Tensión en cada lanzamiento o swing; respiración contenida, emociones que, por momentos, se contienen y que, en otros, convierten la heroicidad en frustración. Así se vivió el excelente juego de pelota entre Granma e Industriales, en el cual los Alazanes coronaron su entrada triunfal a las semifinales de la 60 Serie Nacional.

De dos brazos se colgaron los granmenses para sostener la estrecha, pero ansiada victoria de 2-1. Uno de ellos volvió a ser el del cañón de Yara, Lázaro Blanco, quien, armado de toda su ecuanimidad, supo salir de un primer capítulo de dos boletos y dos jits, tolerando la única de los Azules, para, a partir de ahí, consagrarse en 107 envíos y liderar a su caballería con seis ponches, sin bolear a más ningún contrario y espaciar otros cuatro imparables.

Sus compañeros respondieron y le igualaron el choque en el mismo primer capítulo, tras el descontrol del abridor Maykel Taylor, con 12 envíos, diez de ellos bolas, y el jit impulsor de un potro que siempre ha sido «salvaje» en este tipo de encuentros, Carlos Benítez, autor, además de la otra anotación, luego de pegar tubey en el tercero y registrar con otro biangular, este de Iván Prieto, que en el play off impulsó seis de las 16 de su equipo. Casi de cada tres, una la remolcó él.

¿El otro brazo? No fue el de un lanzador, sino el del jardinero derecho Alexquemer Sánchez, responsable de dos outs claves en el triunfo. En el séptimo, con Juan A. Torriente en la inicial (por su jit mil en series nacionales) y dos outs, Andrés Hernández soltó un rompenubes que se incrustó en la parte superior de la cerca. Al talentoso bateador lo traicionó la emoción de lo que parecía un jonrón decisivo, y apenas corrió hacia primera, mirando lo que sería un acto heroico, pero, al chocar en la barda, y querer ganar una base más, Sánchez disparó un «misil» a segunda base y lo sentenció, sin que Torriente llegara a home, algo también contradictorio, pues debió hacerlo con una conexión de esas características.

Un capítulo después, Lisbán Correa pegó línea a la pradera de Sánchez, que se metió en esa incómoda esquina del terreno. El capitalino quiso llegar a la intermedia, pero otra vez el alazán quebró la intrepidez de sus oponentes.

Blanco y Sánchez, y esos detalles ocultos en cualquier deporte, que pasan por las descargas de adrenalina, la concentración, observación y los cálculos de qué representa cada acción en cada momento, fueron las claves de este crucial choque. En el béisbol son, incluso, más lesivos, pues en más de dos horas y media de juego, cualquier desvarío pasa factura, porque, por ejemplo, en un desafío como el de ayer, no hay segundas oportunidades.

Cuando existe una entrega como la que vimos en este partido no hay consuelo para el que cae, pero los peloteros y los aficionados de la capital no tienen nada que recriminarse, ni siquiera esos deslices tácticos. Su pitcheo, que llegó como el punto débil, los llevó hasta el quinto juego; a la ofensiva buscaron siempre una más y en la custodia del campo brillaron. Así lo hizo Granma, que dejó sus 314 de promedio ofensivo para que sus lanzadores decidieran, con el avezado director Carlos Martí, rompiendo la mancuerna de Avilés-Despaigne, en pos del bate de Carlos Benítez, y acertó.

Fueron dos horas y 51 minutos en las que los peloteros hicieron que un rato fuéramos Leones y otros Alazanes. Duelos como estos uno quisiera que no se acabaran nunca. Sí, era digno de una final, en la que solo uno puede ganar, y Granma triunfó, porque en pelota gana el que menos permita, y para eso se necesita de la claridad del pitcheo de Blanco y de una defensa que saque los outs que logró Alexquemer Sánchez.

RESULTADOS DE LA JORNADA