La sala es relativamente pequeña. No caben tantos cuadros y premios en la pared, por lo que muchos están ubicados en una habitación en la que conviven decenas de fotos, condecoraciones, libros y medallas.
Nos encontramos en una casa en Santa María del Rosario, en las afueras de La Habana. Allí, sentado en el cómodo sofá de la antecámara, un corpulento hombre de 70 años sostiene una estatuilla de porcelana del japonés Jigoro Kano, fundador del judo.
Su nombre es Ronaldo Veitía; para algunos «el Veiti», para otros «el profe», y para la mayoría, independientemente de cómo lo llamen, se trata de alguien que ha hecho historia en este deporte de combate para convertirse en un «gigante del tatami».
Hace menos de un mes, en la ciudad azerbaiyana de Bakú, Veitía fue exaltado al Salón de la Fama del judo mundial. Es el tercer cubano en alcanzar tal proeza, después de Héctor Rodríguez (2013) y Driulis González (2015), y el primer entrenador en obtener tal lauro.
Ahora, con el rostro iluminado por la felicidad de quien se siente con el deber cumplido y el merecido premio entre sus manos, el Veiti sonríe…
«Es una alegría que comparo con lo que sentí en aquel instante del 2011 cuando me entregaron el reconocimiento de Héroe del Trabajo de la República de Cuba. Este premio resume todo mi sacrificio y la cantidad de años dedicados al deporte. Que después de jubilado la Federación Internacional me conceda este honor, es algo grandioso».
–¿Alguna vez, cuando hace más de 30 años el judo femenino cubano no dominaba ni siquiera a nivel Panamericano, soñó con los resultados que posteriormente obtuvo y que mantiene aún?
–Sí, claro que sí. Hay un axioma que dice: las mujeres son como un crucigrama; cuando le encuentras la palabra vertical, te hace falta la horizontal. A veces son un tanto impredecibles, pero eso es lo que las hace interesantes y yo siempre soñé con tener grandes resultados en el equipo femenino y confié en ellas.
–¿Dentro de las muchas alumnas que usted ha tenido, algunas campeonas olímpicas y mundiales, a cuáles recuerda de manera especial?
–Nunca digo el nombre de alguna atleta porque entonces negaría a las otras. A todas les guardo especial cariño, pues si soy un entrenador de judo reconocido a nivel global no es por mí, sino por ellas, por su garra, su espíritu y su valentía.
«Cuando empecé a entrenar con las muchachas, había un mito generalizado de que la mujer no podía hacer determinados esfuerzos como alzamiento de pesas, planchas, subir la soga…, y comenzamos a ir en contra de eso y aplicar esos métodos en el entrenamiento. Claramente, demostramos que no estábamos equivocados.
«Dirigir atletas mujeres me dio tanta alegría que después dije: no entreno jamás a hombres. Cuando comenzamos a tener tantos resultados me di cuenta de que el Comandante en Jefe tenía razón cuando dijo: sin la mujer, la obra ingente de la Revolución no habría sido posible, y ciertamente así es».
Ronaldo levanta la mirada hacia la pared frontal donde aparecen dos pequeños cuadros. En uno de ellos saluda fervorosamente a Fidel, quien los recibe al regreso de una de las competiciones. En el de la izquierda se muestra serio, frente al monolito que guarda los restos del líder revolucionario en Santiago de Cuba. Unos segundos de silencio interrumpen la conversación.
–Ahora que evoca al Comandante en Jefe, a casi dos años de su desaparición física, ¿qué recuerdo nos puede transmitir sobre el líder cubano?
–Yo con mucho respeto le llamo «Papá Fidel». Todo lo que tiene nuestro país, todo lo que tiene nuestro deporte y las batallas que hemos ganado, todo está impregnado de su espíritu.
«Recientemente fuimos a donde yacen sus restos y fue un viaje muy emotivo, porque yo creo que él siempre continúa presente. Suelo decirles a las personas que las atletas cubanas se dopaban, usaban un doping, pero ese doping era darle la alegría de la victoria al pueblo y a sus dirigentes. Las muchachas eran capaces de hacer llorar de alegría a todo el país».
–¿Cuáles han sido para usted los momentos de mayor satisfacción a lo largo de su trayectoria deportiva?
–Lo más glorioso fue cada momento en que se alcanzaban medallas para Cuba. Nosotros tenemos 25 medallas olímpicas y de ellas seis títulos dorados, también 57 preseas mundiales, de ellas 16 campeonas del mundo. Incluso, en Sidney 2000 dominamos la disciplina del judo femenino y han sido momentos inolvidables.
«También en lo personal he tenido gratificaciones, por ejemplo, cuando decidí retirarme, en Japón, país donde se fundó el judo y que ha tenido la hegemonía del deporte, me hicieron una despedida y homenaje. Fue la primera vez que se le otorgaba tal reconocimiento a un técnico extranjero en tierras niponas, así que imaginarás qué gran alegría sentí».
–¿Y momentos difíciles…?
–Cuando me retiré como entrenador de la selección nacional. Hay una frase que dice que no siempre se puede hacer lo que uno quiere, pero que sí tienes el derecho de hacer lo que otros no quieren que tú hagas. A raíz de algunas incomprensiones y de determinadas situaciones, decidí optar por aquella máxima que plantea que a quien no respeta tu presencia hay que regalarle tu ausencia y, al final, la historia no te olvida.
–¿Hay mucho por hacer todavía?
–Sí, hay mucho por hacer todavía en el judo femenino. También pienso que se han cometido algunos errores de políticas de dirección y otras cuestiones que han llevado a que desde mi retiro se hayan colocado a tres entrenadores diferentes al frente del equipo. En algún momento quise dar algunos criterios sobre aspectos que consideraba negativos, pero no me escucharon lo suficiente.
«En lo personal, me faltan muchas cosas por hacer, uno nunca termina. Hay un reconocimiento que no recibí y recientemente me avisaron que estoy propuesto para ser Doctor Honoris Causa de la Universidad de Matanzas, y ese era un sueño que también tenía.
«Confieso que después de mi retiro no me concebía sin hacer nada, por lo que decidí retomar un proyecto comunitario para practicar el deporte de los ippones. Como parte de la iniciativa Primavera tenemos una academia en la que enseñamos el judo a niños de entre cinco y 15 años. La mayoría de ellos proviene de una comunidad transitoria de la localidad y creo no solo en el talento que tienen para el deporte, sino en la capacidad que este tiene para hacerlos mejores personas».
–Alguna anécdota emotiva que recuerde de su carrera.
–Recuerdo que en Sidney 2000, Legna Verdecia ganó y yo enarbolé la bandera cubana. Entonces alguien intentó quitármela argumentando que esa era una manera de politizar el evento y le di un empujón, porque el que no respeta a mi país, no me respeta a mí. Eso me costó un día sin dirigir el equipo, pero no me podía quedar así. Me reincorporé cuando me autorizaron, y en esa competición las muchachas le echaron ganas y por primera vez obtuvimos el liderato del judo femenino en unos Juegos Olímpicos.
Afuera llueve. Veitía pierde la mirada en el horizonte a través de la ventana abierta, como intentando revivir aquel glorioso momento en el que se reivindicó como un gigante en el tatami que ha llegado tan alto, como la gloria de la bandera que intentaron arrebatarle, o la dignidad de un pueblo que lo contempla orgulloso.

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Susy dijo:
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23 de octubre de 2018
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Ramon dijo:
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guinero-bayamés dijo:
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hector M. Jerez Aguilar dijo:
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El guajiro de mayajigua dijo:
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mercedes Respondió:
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