Hay personalidades que son verdaderas estrellas, con luces propias y nítidas, capaces de seducir y dejar extasiados a aquellos para los que resplandecen. Las profesiones y los oficios, los destinos y experiencias que tributan para alcanzar tal categoría pueden ser disímiles. A veces con uno basta; otras, confluyen en un solo ser, movidos por un ímpetu indomable que lo conmina a salir al ruedo y a ofrecerse.
En la historia de la cultura cubana son muchos los ejemplos. Uno de ellos, Gregorio José Germán Piniella Vázquez, guardado con todo cariño en la memoria de su pueblo con el nombre de Germán Pinelli, nació el 15 de diciembre de 1907 y falleció el 20 de noviembre de 1995.
Periodista, locutor, animador, actor, comentarista… fue Pinelli un hombre avalado por su palabra. Le concedió suma importancia al decir, y por ello fue un ferviente estudioso de la cultura y del idioma, medio esencial para toda buena comunicación.
La gracia para mostrarse ante los otros le vino desde niño. El Teatro Nacional lo escuchó cantar y lo vio ganar en un concurso infantil de canciones asturianas. Por eso no lo pensó dos veces cuando, a los 13 años de edad, se propuso que el reconocido tenor italiano Enrico Caruso, de visita en La Habana, lo escuchara cantar; y el artista no solo lo escuchó, sino que le ofreció importantes consejos que el adolescente guardó para su vida futura.
Tendría unos 15 años cuando, desde el Teatro Campoamor, cantó en la emisora PWX poco después de que tuviera lugar la primera transmisión radial en la Isla. El canto y la actuación lo seducían, por lo que se fue con su amada hermana Sol, actriz y cantante de una compañía de teatro, a probar suerte y gozar el arte. Más tarde, llegaría a la radio para trabajar en las estaciones CMBC, CMBN Y LA CMK, y redactar textos para el Noticiero Nacional de la CMQ. Años después, en la Corte Suprema del Arte, sería presentador, y en diversos espectáculos se mostraría como actor.
Pinelli comercializó importantes productos y fue locutor del espacio radial protagonizado por Eduardo Chibás. Como periodista también son muchos sus méritos. Consiguió entrevistar, entre otras figuras, al actor Gary Cooper, al pianista y compositor George Gershwin, y a la celebridad argentina Libertad Lamarque. Con una grabadora Bosch, recogió unas palabras del primer ministro del Reino Unido, Winston Churchill, a su llegada a La Habana. «Fue la única vez que salió la voz de Churchill por la radio en Cuba», aseguró alguna vez.
Conocido es que su afán por perseguir la noticia lo llevó a plantar cara ante los sucesos de Orfila, protagonizados por grupos gansteriles y mafiosos que propiciaron un tiroteo. Del reporte ha dejado dicho Pinelli: «Llegué y me encuentro con el presidente del Senado, políticos y militares con sus armas, no me dejaban pasar. Entonces me sitúo a 50 metros de la casa del tiroteo y narré durante tres horas y media todo el atroz tiroteo, apoyado con la cámara de Guayo. Fue el único testimonio que conmovió a toda la ciudadanía, grabado para la historia».
Al llegar la televisión a la Isla, en la misma mitad del siglo XX, ya el nombre de Germán Pinelli era ampliamente reconocido. Pero su apariencia, opinaba la CMQ-TV, no era garbosa para el medio. Lo que no pudo prever la excelsa red de radio y televisión fue que el libreto concebido para la primera presentación se extraviara. Nadie había como Pinelli, de verbo culto y asombrosa capacidad de respuesta para suplir la falta, y a ello se dispuso. Estuvo desde entonces también allí, donde conquistó –como también conquistara el cine– importantes espacios televisivos, acaso entre los más recordados, su papel de Éufrates del Valle, en el popular programa San Nicolás del Peladero.
Mucho más podría decirse sobre este hombre, que amó profundamente a su Patria: «El hombre debe nacer, crecer, fructificar en un solo lugar, y morir en un solo lugar: su Patria, allí, bajo su bandera». Pinelli mereció importantes reconocimientos, entre ellos, el Premio Internacional Ondas al Mejor Presentador Iberoamericano y la Orden Félix Varela, que concede el Estado cubano.
En una oportunidad declaró: «He sido una persona feliz, tan feliz que en ocasiones me he sentado debajo de un árbol en el jardín de mi casa, a meditar sobre los momentos difíciles que he podido vivir y lo hago para contrarrestar esa enorme felicidad que me colma todos los poros del cuerpo. Y es que, a veces, aunque parezca increíble, me duele tanto bienestar».
Da gusto serpentear su historial y ver cómo, al hacerlo, su nombre se ensalza. Recordarlo en esta fecha, cuando se cumplen 30 años de su partida física, es asistir a la gran fiesta que fue su vida, entregada, como todo buen anfitrión, a su público y a su pueblo.












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