Si una función histórica cumplió la serie El internado (Antena 3, 2007-2010) fue la de ser un espaldarazo promocional de varias figuras juveniles a quienes, en cierta o determinante medida, les abriría las puertas de la actuación en la pequeña pantalla y el cine.
Dentro de una primera línea se encuentran Ana de Armas y Blanca Suárez, cuyas carreras superaron las del resto de jóvenes integrantes del elenco; pero existen otros compañeros de reparto, como Yon González, quienes también consiguieron continuar en el oficio interpretativo, si bien en planos de más discreción.
Este actor compuso, allí, el personaje de Iván, un adolescente complicado, de talante hosco y mirada aviesa, cuya tipología e interpretación, muy probablemente, incidiesen en la decisión de concederle el protagónico de la serie Memento Mori (Zebra/Amazon Prime Video, 2023-2025), estrenada en la Televisión Cubana.
En los últimos diez años, la teleficción española (en un momento, bastante a la zaga de otras) ha ganado consistencia, a partir de la experiencia progresiva adquirida en diversos géneros, principalmente el negro, cuyo punto comienza poco a poco a tomar.
Pieza del género negro –variante asesinos en serie–, Memento Mori nos presenta una primera temporada con ciertos puntos distintivos, e incluso, algún grado de originalidad: algo bien difícil a estas alturas en un terreno tan codificado y, sobre todo, tan frecuentado.
Un elemento novedoso de la primera temporada: no hay que esperar el último capítulo, la policía de Valladolid ya tiene casi a punto de captura al asesino desde el mismo piloto. No obstante, más escurridizo que un pangolín africano, el hombre sortea las búsquedas de los agentes, gracias a giros de guion válidos, capaces, los cuales no apelan al efectismo u otras malas fichas.
Otro rasgo, aunque no original, sí al menos curioso, en virtud de sus derivaciones: el asesino en serie, en tanto modus operandi, deja mensajes con códigos poéticos. El detective al frente de la investigación procura, con una experta, el trazado de su perfil.
Durante el proceso, ambos echan mano del maravilloso refranero español. Eso desencadena en otras escenas con diálogos en los que el espectador escucha las glorias de un idioma magno, sin parangón entre las demás lenguas, tantas veces agrisado en las series locales del género, debido a su manía de tirar mucho de la jerga callejera o de modismos, sin tener en cuenta esa historia lingüística.
Yon González constituye la columna vertebral de Memento Mori. El actor exhibe convicción, energía y aplomo en buena parte de los episodios. Actuaciones secundarias, como las de Juan Echanove, contribuyen al buen equilibrio histriónico general de la producción.
Sin ser una serie extraordinaria ni mucho menos, en su primera temporada cumple satisfactoriamente con los códigos del género. El problema es la lamentable transición entre una temporada y otra. Pareciera que han quitado una serie y puesto otra.
Memento Mori –basada en libros de César Pérez Gellida– cae entonces en un punto muerto, sin evolución dramática, afectada por la grandilocuencia (¡esos asesinatos casi paródicos en Italia!) y un a veces descolocado y mal dirigido Yon, tan preciso en la primera.
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