Quizá pocos amaron tanto La Habana y lucharon por su conservación como lo hizo el arquitecto Mario Coyula Cowley. La ciudad que lo vio nacer también despidió en 2014 al urbanista virtuoso a todas luces: proyectista, intelectual, escritor y patriota consagrado; que hubiese cumplido 90 años este 16 de junio.
Muchos jóvenes tuvieron el privilegio de compartir con él desde las aulas. Entre ellos, el arquitecto Maurys Alfonso Risco, quien conversó con Granma, para recordar que sus lecciones sobre el urbanismo, la capital y los seres que la habitan, gozan de una especial vigencia.
Ante el compromiso de caracterizar a una figura tan cercana para él, «que sigue presente en mi día a día, como tantos buenos profesores», rememoró los inicios de Coyula en su quehacer profesional:
«Fue estudiante en un período importantísimo de nuestra arquitectura (el Movimiento Moderno); ingresó a la Universidad de La Habana en 1952, en momentos de inestabilidad política para el país. A través del Directorio Revolucionario demostró su valentía y deber con la Patria».
Sin embargo, no se graduaría hasta 1962, producto del cierre de la casa de altos estudios en 1956. Luego de 1959 comenzó a proyectar obras en el albor revolucionario, entre ellas su primera creación: una escuela primaria con alojamiento para maestros, en Fontanar, La Habana.
Durante su intensa carrera recibió disímiles premios y reconocimientos y dirigió la Escuela de Arquitectura de la CUJAE; la división de Arquitectura y Urbanismo de La Habana del Grupo para el Desarrollo Integral de la Capital y fue el primer presidente de la Comisión de Monumentos de Ciudad de la Habana.
«El sería mi maestro, y el de muchos otros, pero también impartiría docencia en los salones de Harvard, Viena, París, Barcelona y Darmstadt (Alemania)».
- ¿Cómo fue tu experiencia con él como profesor?
- Mis vivencias con Mayito comenzaron cuando me invitó a formar parte de una optativa que él impartía, eso fue tremendísimo honor. Sus clases iban más allá del ejercicio docente, era un cambio de dimensión para escuchar a un ilustrado que había viajado medio mundo y contaba lo mejor de su arquitectura y urbanismo.
«El día que finalizó la optativa, Coyula convocó al arquitecto José Antonio Choy, todo un referente para mi generación. Aquella dupla y esa jornada constituyen, 18 años después, uno de los recuerdos más gratos que tengo.
«Luego de graduarme nuestra amistad continuó. En una ocasión me propuso cederme gran parte de su biblioteca y yo, sin vacilar, acepté; eran más de 2 000 libros, muchos con escritos y notas suyas que me han guiado por la vida. Hasta sus últimos días mantuvimos la comunicación. !Como se le extraña, y a la vez cuán presente está!».
- ¿Cómo era la mirada de Coyula sobre la arquitectura?
- Conocedor de cada capítulo de la Revolución y los conflictos de la arquitectura cubana, desde finales de los años 50 se caracterizó por su ojo crítico y certero, con una visión enfocada en el sentido y contexto de la producción arquitectónica y urbana del país.
«Le preocupaba el respeto de la escala, el ritmo y la identidad de cada espacio a intervenir. Repudiaba la “chabacanería”, la inserción arbitraria de nuevas construcciones y la proliferación de añadidos de baja calidad, que en su mayoría violaban las regulaciones existentes.
«Denunciaba la falta de participación ciudadana en las decisiones urbanas, lo que para él era síntoma de una ciudad gobernada por la urgencia y no por la visión a largo plazo».
Por otra parte, comentó que Coyula entendía el patrimonio no solo por su antigüedad, sino por su capacidad de enseñar lecciones de sustentabilidad y flexibilidad. Para él, la arquitectura debía responder, además de a necesidades funcionales y técnicas, al contexto histórico, social y urbano, como un arte que buscaba elementos funcionales y propios.
A lo largo de su vida, varios de sus proyectos marcaron hitos considerables. De ellos, el más significativo fue el Parque Monumento de los Mártires Universitarios (1965-1967), ubicado en la capitalina intersección de Infanta y San Lázaro, el cual Maurys calificó de innovador:

«Rompió con la tradición republicana de formas piramidales y esculturas realistas, al utilizar elementos abstractos y hormigón en su construcción. Considerado como el primer monumento importante después del triunfo revolucionario, se convirtió en una joya de la arquitectura cubana».
Sin embargo, consideró que la mejor de sus obras es el Mausoleo a los Mártires del 13 de marzo, en el cementerio de Colón, el cual cuenta con un reloj de sol que proyecta una sombra sobre una franja de mármol en esa fecha, a las 3 p.m.; día y hora del ataque a Radio Reloj y al Palacio Presidencial.

- Mario Coyula también incursionó en la ficción, ¿en él vivía el espíritu y la sensibilidad de un escritor?
- Aunque fuese reconocido como arquitecto, urbanista y docente, escribió poemas y una novela: Catalina. ¡Que delicia de lectura!
«En ella se trasladó a un momento histórico del pasado, pero que supo ilustrar como pocos, al describir la belle époque cubana. Es una historia centrada en la figura de Catalina Lasa; una mujer de la alta burguesía del pasado siglo, y su relación con El Vedado, ese eterno espacio geográfico tan especial para él.

«Su espíritu y sensibilidad se manifiestan en Catalina a través de una prosa cuidada, un tratamiento complejo de los personajes y una mirada crítica y poética sobre la sociedad republicana».
-¿Qué pensaría Coyula de La Habana actual?
- Él era un visionario, uno de los arquitectos y urbanistas más lúcidos y críticos de Cuba, que dedicó su vida a defender la capital. Si pudiera ver la ciudad en la actualidad, sus reacciones estarían marcadas por una mezcla de dolor, preocupación y, quizá, algo de esperanza.
«Probablemente, insistiría en que aún es posible recuperarla, si se prioriza el bienestar de sus habitantes y se apuesta por una modernización auténtica y sensible, siempre desde la calidad arquitectónica y el respeto a su identidad.
«Podría imaginar sus opiniones sobre la polémica Torre de K y 23, pero nunca tuvo límites para alabar la buena obra contemporánea; con pasión adolescente mencionaba el Hotel Meliá Habana o la rehabilitación del Hotel Telégrafo, él añoró devolverle a La Habana su antiguo esplendor».
Sobre las nuevas generaciones de arquitectos, señaló que Coyula hubiese esperado que fueran sensibles a la cultura e historia, comprometidas con la preservación del espíritu y la memoria de la capital, desde un sentido de pertenencia y calidad.
Aunque ya no esté entre nosotros, lo cierto es que «Mayito fue un avezado arquitecto y escritor, cuyos aportes hoy se multiplican y crecen debido al resultado de su labor teórica y docente». Así trascendió a la eternidad, para formar parte de ese grupo que, como Emilio Roig y Eusebio Leal –entre muchos otros–, amó y soñó La Habana.
En su memoria, hágase todo lo posible por la ciudad, porque, como en cierta ocasión afirmó Coyula, «La Habana cuesta, pero vale».












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