
Guantánamo.– Quizá trajo inoculado el diseño, acaso el ángel que lo domina. Él no lo niega ni lo confirma. Lo hace por él la poeta, ensayista y editora Mireya Piñeiro Ortigosa, quien conoce muy bien a Víctor Enrique Sánchez Silveira.
A ella, fundadora y líder pionera de la editorial El Mar y la Montaña, lo del Víctor Enrique diseñador de esa Casa desde su fundación, hace un cuarto de siglo, le confirma un acierto del Cantar de Mio Cid: «Qué buen vasallo sería si tuviese buen señor».
Y, sí. Vasallo de «su majestad» el diseño, Víctor lo es, pero rebelde, negado a tocar ciertos libros, como aquel que denigra a la mujer, presentándola como objeto sexual en la imagen de la portada. Víctor también es súbdito de la ética y del buen gusto.
«En un trabajo como el diseño editorial, lleno de normas que a veces parecen aburridas, pero necesarias para que salgan las cosas bien, Víctor, por su experiencia, versatilidad y talento, está entre lo más notorio del país en ese apartado», refiere Piñeiro Ortigosa.
Tal vez una apreciación similar animó el gesto de la recién fallecida Martha Mosquera, premio nacional de Diseño, y referente de mi entrevistado; «la admiro por su versatilidad y excelencia profesional –dice él–; de ella recibí consejos, regaños, conocimientos, ayuda».
«Por favor, revísame este diseño», le pidió Martha, con la mano extendida, y en ella un libro acerca de la arquitectura de Santiago de Cuba. «Imposible», reaccionó sorprendido el discípulo. «Cómo revisar yo una obra de mi madre profesional». Ella dijo: «Hijo profesional sí, pero muy capaz».
Nada de eso lo suponía el aludido, al iniciarse como estudiante de Dibujo Cartográfico. Tras egresar, llegó a Planificación Física, en la ciudad de Guantánamo; 20 años después, a Geocuba, hasta el 2000, cuando El Mar y la Montaña le abrió sus puertas.
Un camino de aprendizaje, dice. Planificación Física le puso en frente el diseño urbano. En Geocuba, «me adentré en las técnicas informáticas y aprendí a diseñar gigantografías, carteles, almanaques, logotipos, plegables».
«En El Mar y la Montaña vi que desconocía cómo diseñar libros, y supe que todos ellos enseñan, los libros me hacen mejor persona», sostiene.
Haber sido «padre» más de 300 veces (de igual número de diseños), y que los títulos no los recuerde con claridad, no encaja en la lucidez del multipremiado y aún activo diseñador.
Los sustos, a intervalos lo han emboscado en la creación; pero él los bendice, porque su talento es audaz, y porque Víctor ama esos miedos, «los he sentido ante algún proyecto, hasta decirme: “con este no puedo”. Y sin embargo, la adrenalina me reta, lo hago, y el producto es bien recibido».
–¿Hasta cuándo el diseño editorial tendrá a Víctor Enrique?
–Ignoro qué, quién y cuándo me cortará ese camino. La muerte quizá, «o mi hijo, diciéndome: “hasta aquí, viejo, ya no puedes más”».
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