ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA
La presencia de Hardy, uno de los atractivos de Estragos. Foto: Ilustración

El británico Tom Hardy es un actor de imponente presencia. Se roba el cuadro gracias a su físico felino, la gravedad de su rostro, el vidrio de una mirada tan triste como contradictoriamente lejana –que parece desconectarse del mundo y pertenecer a un autómata especializado en destruir rivales–, y esa forma única de musitar cuando sus personajes dialogan o gruñen con sus enemigos.

Tales rasgos se ponen de manifiesto, otra vez, en sus dos más recientes actuaciones de 2025: la serie en transmisión Tierra de mafiosos, dirigida por su coterráneo Guy Ritchie; y el largometraje Estragos, realizado por el también inglés Gareth Evans.

Ambos cineastas, con sus aciertos y defectos (que los poseen en igual medida) son emblemas del cine de acción. Evans se dio a conocer mundialmente a través de Redada asesina, díptico del género filmado en Indonesia entre 2011 y 2014. Su primera parte constituye una de las películas movidas más trepidantes del siglo.

La resonancia adquirida mediante el referido binomio fílmico, otra cinta previa también rodada en Asia, y su oficio como creador de la serie Pandillas de Londres (amc, 2020–2025), permitió que Netflix desembolsase casi cien millones de dólares para impulsar Estragos.

Hardy, el impagable intérprete de Locke y Tabú, compone en ese largometraje (estrenado en Cuba) al detective Walker, un sujeto sacudido por la vida, hastiado de casi todo e inmerso en un universo de corrupción policial. O sea, un exponente arquetípico.

Lo que diferencia a Walker de sus colegas del cine negro clásico, e incluso del neo noir o nuevo cine negro, es que él –quien parece combinar las sombras de Marlowe, el talante de los antihéroes desgarrados y corruptos de Sidney Lumet, y la pericia física de los luchadores del cine de acción hongkonés– resulta un espécimen con gran potencial extra para todos los tipos de combate.

Influenciado desde siempre por la violencia coreográfica de la pantalla de acción de John Woo, el cine de artes marciales y los videojuegos, Evans levanta una tromba marina cinematográfica de ruido, contacto físico, peleas, persecuciones, tiroteos y sangre.

El personaje de Walker propenderá a la integración y coherencia dramática de una obra del género tan razonablemente planteada (cuenta con un argumento sobado, pero nítido; nunca difuso), como tan desprovista de algo nuevo que decir en esta comarca.

Más allá de disfrutar, soportar o solo dejar pasar ante los ojos a este Hardy transformado en máquina asesina –quien aniquila con tanta facilidad como John Wick–, habría poco más para atender aquí.

Dentro de ese poco sí figura la cautivadora composición formal de un escenario urbano (construido, con depurado oficio técnico, en estudios), que Estragos observa desde las texturas de un plano granuloso, el cual siempre prioriza en el encuadre esa combinación de nieve y fango convertida en seña de identidad visual del filme.

Por ese escenario innombrado se desplaza Hardy –al modo de un tigre herido, entre los recovecos de la jungla de asfalto en la que el crimen nunca duerme–, por sus calles agónicas, caóticas; unas calles con algo de las de Max Payne, Grand Theft Auto y Sin City, que hablan de la distopía adelantada del presente capitalista.

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Ana María dijo:

1

1 de junio de 2025

12:46:35


Para mí Tom Hardy es de todos los actores ingleses el más audaz e inteligente. Tiene un don de llevar a sus personajes a un realismo tal, que uno se transporta dentro de cada uno de sus personajes, como si en vez de un film, estuviese viviendo la realidad en vez de una trama. Para mí en todas sus actuaciones, debería llevarse la máxima evaluación histriónica. Tabú, su actuación en Peaky Blinders envidiable con relación a Cillian Murphy y es que en todas da lo mejor de si. Mis respetos