El pasado sábado fue particularmente luctuoso. Poco después de saberse del fallecimiento del entrañable compañero Osmany Cienfuegos Gorriarán, otra noticia dolorosa se daba a conocer: el querido actor Samuel Claxton se despedía del mundo, a sus 82 años.
Decir que participó en unas 70 obras teatrales; que la pantalla grande acogió su impecable
desempeño en películas antológicas de la cinematografía cubana, tales como Los días del agua, Páginas del diario de José Martí, Ustedes tienen la palabra, La última cena, Retrato de Teresa, La gran rebelión, Cangamba, En tres y dos, Caravana y La noche de los inocentes, y que en la Televisión Cubana defendiera disímiles personajes –Mantilla, de la serie policíaca Su propia guerra, entre los inolvidables– pudiera parecer natural; pero lo cierto es que marca el incansable itinerario de un hombre entregado a la producción cultural del país, lo que su pueblo no desconoce, al guardar en su memoria colectiva las impresiones ganadas ante las actuaciones de Samuel Claxton, uno de los grandes de la escena nacional.
«Poseedor de una extensa y valiosa carrera artística, Claxton nació en Florida, Camagüey, en 1943. Sus inicios en el teatro fueron junto al grupo que se presentaba en la Prometeo de La Habana, en los años 60 del siglo xx, mientras se desempeñaba como trabajador de la Cruz Roja», refirió una nota del sitio digital Cubaescena.
El texto, en el que se reseñó brevemente su vida artística, destacó que Claxton, al concluir el Servicio Militar, se incorporó al Taller Dramático con el cual intervino en la sonada obra María Antonia, de Eugenio Hernández Espinosa, que se estrenaría en 1967, y que fuera dirigida por el destacado director teatral, Roberto Blanco. Con esa participación, se iniciaba su vida profesional como actor.
En vida, obtuvo la Distinción por la Cultura Nacional y el Premio Actuar por la Obra de la Vida; y fue merecedor del reconocimiento a la Mejor actuación
masculina secundaria en el Festival de Teatro de Camagüey (1983), por Santa Camila de la Habana Vieja. La nota alude a su participación en el Festival de San Sebastián, el Glauber Rocha de Brasil y el Primer Festival Panafricano de Estados Unidos, eventos por los que fuera mucho más reconocido.
Pero hay un premio mayor, que no se entrega en un acto ni tiene sustento material, y es el del aplauso conmovido de un público que, no sin afligirse al saber de su muerte este fin de semana, recordó las memorables escenas de Claxton a lo largo de su vida, y lo guardó para siempre en ese sitio intangible que los humanos reservamos para aquellos a quienes hemos admirado y, sin duda, también querido.












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