ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA
Ralph Fiennes ejecuta un trabajo de mérito en Cónclave. Foto: FOTOGRAMA

Filme estrenado recientemente en salas cubanas y con récords de visualización mundial a raíz de la muerte de Su Santidad Francisco, Cónclave (Edward Berger, 2024) concita la atención tanto por sus calidades cinematográficas como por algún paralelismo de su trama con la reciente elección papal en el Vaticano.

Tras la bélica Sin novedad en el frente, Berger obtuvo el Oscar al Mejor Guion Adaptado y el Bafta por este thriller lleno de músculo narrativo y poblado por actuaciones de relieve, cuyo epatante cierre simularía coartar la consecuencia de la obra para consigo misma.

La trama nos sitúa en el momento del deceso de un Sumo Pontífice, suceso aciago cuyos protocolos la lente observa con la misma precisión con que luego enfocará el cónclave o proceso de elección del nuevo Papa. No hay plano al azar en la labor de Stephanie Fontaine (notable director de fotografía de Un profeta y Ella).

Este es un filme de confabulaciones, intrigas, gestos cortantes, miradas torvas, medias sonrisas, demandante de un respaldo fotográfico preocupado por la explotación de las potencialidades informativas y denotativas del plano a todos los niveles. Y tiene la fortuna de contar con ese apoyo de Fontaine, a lo cual se suma un quehacer espléndido de edición a cargo de Nick Emerson. La banda sonora de Volker Bertelmann completa una triada de lujo.

A tales fortalezas añade un combo de interpretaciones de alto rango, con destaque para varios, pero con los apartes para Ralph Fiennes y Stanley Tucci. El primero incorpora al cardenal Lawrence, personaje central del filme y pivote o eje narrativo sobre el cual descansa la evolución del relato. El segundo, al cardenal Bellini.

Cónclave establece su poder de fascinación gracias a dos claves primordiales. Al acercarse a la diversidad humana del cardenalato, Berger define a sus miembros como cualquier otro conglomerado de personas, en el cual cohabitan la fe, la honestidad y las mejores virtudes, con las miserias, prejuicios, dudas y contradicciones terrenales de la especie. Esa, la primera, aporta riqueza y verismo.

La otra clave radica en la manera en cómo el realizador germano transforma la elección del nuevo líder de la Iglesia en un thriller de suspenso y conspiración capaz de cortar el resuello del espectador, a quien convierte rápidamente en seguidor de su propuesta.

Hay en Cónclave un meritorio esfuerzo de equipo para armar una película gozosa, que de alguna manera rinde admiración al hecho colectivo y mágico de hacer cine. Una película que no por ello deja de ser académica y clasicista en su configuración, como adusta en sus estrategias comunicativas con el público. Esa gravedad, por supuesto, la aleja de planteos lúdicos al corte de Habemus Papam (Nanni Moretti, 2011) y las series sobre el tema de Paolo Sorrentino.

Berger parecería ser inconsecuente con el espíritu de la cinta, al incurrir en una polémica resolución que podría leerse como oportunismo, congraciamiento con las agendas o un deseo tardío de transgredir la ortodoxia académica. Pero que, en su polisemia, también podría traducirse cual valerosa proyección propositiva en el camino a una Iglesia de más inclusividad, abierta, distinta: como la preconizada por Bergoglio; e incluso más libre y, sobre todo, plural.

COMENTAR
  • Mostrar respeto a los criterios en sus comentarios.

  • No ofender, ni usar frases vulgares y/o palabras obscenas.

  • Nos reservaremos el derecho de moderar aquellos comentarios que no cumplan con las reglas de uso.