ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA

«El jazz para mí es la filosofía de la libertad», afirma Bobby. Foto: Ariel Cecilio Lemus

De esa energía que congrega como hacia un centro imantador, del dejarse ir cuando la música elige tanto al intérprete como al oyente; de lo espiritual de un género al que Cuba le ha aportado mucho de su esencia, habla Bobby Carcassés.

El motivo para el diálogo con Granma es su concierto junto a varios invitados, que tendrá lugar hoy, a las seis de la tarde, en el teatro de la Casa de Cultura de Plaza, para celebrar el Día Internacional del Jazz; pero deviene apenas excusa para escuchar al Premio Nacional de Música 2012, al showman, hablar precisamente sobre ese universo en el que ha sido estudioso, creador, promotor…

Comienza por la historia del jazz, el surgimiento desde los oprimidos que buscaban un lenguaje suyo, y aclara que el resultado final es «unificar a los pueblos, en el sentido de que tiene una característica importante: la improvisación inmediata; todo el que va a un concierto o a un festival de jazz sabe lo que está pasando en ese momento crucial en el cual uno hace, como decía César Portillo de la Luz, un salto mortal sobre la cuerda floja. El jazz, aunque es un “idioma” surgido en Estados Unidos, se convirtió en una especie de esperanto que todo el mundo habla».

Un hecho que, opina, aplica tanto al público como a los ejecutantes: «Si bien es cierto que el músico se entrena, se prepara técnicamente, estudia las armonías en las que va a improvisar, que no va al 100 % a jugarse la vida, sino que tiene una seguridad porque ya lo ha hecho», siempre hay un resultado que sorprende.

«El jazz para mí es la filosofía de la libertad, precisamente porque te puedes lanzar sin que nadie te diga por dónde, y de tantas puertas que tienes a tu alcance y elección, hay una que es la de la verdad, esa de Mahatma Gandhi, la de la intuición, la que te dice: no te vayas por la del virtuosismo, por la de impresionar, la del centro es la que te va a salir, y tú no piensas nada.

«Cuando el individuo que está improvisando termina y escucha lo que grabó, se asombra de muchas cosas, de soluciones que hubo ahí y de cosas inesperadas que surgieron. A mí me ha pasado.

«Y el colmo es que un músico japonés –un bajista suponte– un pianista alemán y un baterista africano van a una jam session y nada más que dicen el título, All the things you are, y no hay que especificar el tono ni nada de eso, porque hay un tono originario, y entonces la introducción la hace un pedal en la dominante, empiezan a descargar y al final se las arreglan.

«Ya hay una intuición, una comunión, una interrelación espiritual que los lleva a saber lo que piensan; y en cuanto uno improvisa cuatro compases, ya los otros dos saben cuál es su formación, por dónde viene, qué quiere decir…».

 

TIERRA DE JAZZ

Celebrar el Día Internacional del Jazz en la Isla –del 25 al 30 de este mes se ha desarrollado una intensa jornada– no es fortuito. Bobby alude al hincapié que hizo Herbie Hancock para que eso sucediera.

Lo cual se relaciona, apunta, con lo que sabe el pianista, tecladista y compositor estadounidense de jazz sobre Cuba «de Chano Pozo para atrás; por ejemplo, Alberto Socarrás, el flautista, o Manuel Pérez, un trompetista cubano que se insertó en una de las bandas de Nueva Orleans.

«Cuba ha dado muchos portentos en el jazz y tenemos una historia común. Cuando estuve en Nueva York la primera vez, en 1958, con el show de Tropicana, en el Birdland estaba Buddy Rich y su sexteto de jazz, y en la otra tanda estaba Machito con sus Afrocubans, y Estela. Mario Bauzá entró en los años 30 en Estados Unidos y con su formación técnica hizo maravillas».

Luego de aludir a la intensa relación creativa entre Chano Pozo y Dizzy Gillespie, el líder de Afro jazz intenta redondear la respuesta a una pregunta que ha sido parcialmente satisfecha:

–¿Qué le ha dado esta Isla al jazz?

–¡El cubano es una mezcla de sandunga con morumba tan grande!, y además con una vibración espiritual geográfica que hizo a Cristóbal Colón cuando llegó, de ver nada más el litoral, la vegetación, la exuberancia, decir que esta es la tierra más hermosa que humano hubiera visto.

«Todos los países tienen su encanto, pero está demostrado que Cuba, en los momentos más duros, los más llenos de mala propaganda y los más crueles con nosotros, está ahí, bombeando y bombeando».

 

LA PLAZA DEL JAZZ

Inscrito en Kingston, Jamaica, en 1938, pero cubano raigal, Bobby tiene una vida fecunda, asociada al deporte, el multinstrumentalismo, el canto, la actuación, la pintura… cuya banda sonora tendría, no cabe dudas, el acento del jazz. No en balde fue fundador del principal evento que en Cuba promueve esa expresión artística, desde hace más de cuatro décadas: el Festival Jazz Plaza.

«En el año 1979, Bárbara Castillo, que era la responsable de actividades de la Casa de la Cultura de Plaza, me llama para organizar unas descargas; ya yo tenía un poquito de fama por lo que tocaba en el Johnny’s Dream, y respondí que sí.

«Venía del teatro musical, y una de las cosas que aprendí de Alfonso Arau era que the show must go on, el show debe continuar siempre, y a las descargas les apliqué ese concepto. A veces faltaba el bajista, a veces no había luz, a veces no había transporte, a veces no se había hecho publicidad, pero no se suspendían.

«Al año, por ahí había pasado todo el mundo, desde Paquito D’ Rivera y Arturo Sandoval, hasta los extranjeros que estaban por aquí, y eso me llevó a pensar que se podía hacer un festival de jazz en Cuba, porque había suficientes músicos profesionales saliendo de las escuelas ya».

Si bien el jazz no era muy bien visto entonces, y algunos se cuestionaron si el público cubano sería lo suficientemente «educado» para semejante iniciativa, la idea prosperó. Aplicando otra idea de Arau, que los eventos tienen que empezar siendo un «batazo», en esa primera edición estuvieron todos los grandes, los jóvenes, los Van Van… Paulatinamente, el festival que había surgido en un pequeño teatro adquirió carácter internacional, y tuvo todo el apoyo del Estado.

«En 1986 yo dije, “hay un festival de jazz que dura tres días, pero sería bueno tener jazz todo el año y pedir un club”. Y fue el Maxim, también un éxito. Era un lugar chiquitico, pero teníamos el jazz todos los días, menos uno de descanso. Y por ahí pasó lo mejor del jazz cubano e internacional, estuvo Gillespie y una serie de músicos de tremenda trayectoria».

A través de sus propias experiencias, él sería capaz de hacer la crónica de buena parte de la historia musical cubana; no obstante, tras el largo diálogo es palpable no solo la fascinación por un género, y el conocimiento sobre sus interioridades, sino la capacidad de admirar en otros un cierto don:

«Hay muchos artistas que tienen una dosis de talento, hay otros que se han esforzado mucho. Pero cuando hablamos del talento verdadero es el que utiliza la técnica y todo el saber, y a la hora de crear le vienen las cosas».

Algo que bien podríamos aplicarle a Bobby Carcassés.

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