ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA
«Yo creo que también la Casa nació con el Premio», refiere Jorge Fornet, director del Centro de Investigaciones Literarias de Casa de las Américas. Foto: Dunia Álvarez Palacios

Haydee Santamaría, fundadora y directora desde 1959 hasta 1980 de la Casa de las Américas, dejó en la institución un sello perdurable. El aura de su personalidad, su condición martiana y fidelista, y su ferviente humanismo calaron en cada proyecto de la Casa, que tiene, entre los símbolos que la identifican, su Premio literarioEl Premio  que cumple ya 65 años, al mismo tiempo que la Revista Casa de las Américas y su editorial.

En 1960 nacía el certamen y se le llamó entonces Concurso Literario Hispanoamericano; pero ya en 1965 adquiría su nombre definitivo, Premio Literario Casa de las Américas. Así nos lo explica Jorge Fornet, director del Centro de Investigaciones Literarias de la Casa, que coordina el Premio. Conversar con él, no solo es escuchar valoraciones sobre el prestigioso evento, sino remontarnos a pasajes que forman parte de la historia de una institución que buscó, desde el primer momento, «servir como lugar de encuentro, o sea, tejer redes de intelectuales.

«El objetivo elemental del concurso era convocar autores para premiar libros. Los había desconocidos, que se dan a conocer precisamente en el Premio; el Premio los divulga, sirvió de base, de rampa de lanzamiento para esos autores.

«Solemos poner el ejemplo de Cortázar, que decía que antes de venir a Cuba en el 63, era un escritor argentino que vivía en Francia, y nunca se sintió más que eso, y cuando llega a Cuba “me descubro como latinoamericano”. No es solo que descubra Cuba, no es solo que descubra el Premio, sino que dice: “Bueno, yo formo parte de una comunidad mayor, que son todos estos escritores que tienen, más o menos, ideas y propósitos compartidos, una identidad”.

«Y eso lo hizo la Casa, y lo hizo su Premio, e hizo que ellos, entre sí, conectaran, se reconocieran a sí mismos como algo que eran y no conocían y que, además, les otorgara un prestigio».

–Decir el Premio Casa es remitirnos a lo que la Casa significa…

–Uno tiende a pensar que el Premio nació con la Casa, cosa que es cierta, porque fue inmediatamente después; pero yo creo que también la Casa nació con el Premio, es decir, la casa no era la Casa, era nada, era un edificio que intentaba encontrar una identidad, un sentido, y es el Premio el que le da ese sentido a la Casa de las Américas.

«Y es a partir del Premio que la Casa empieza a crecer, o sea, no es casual que a partir de ese momento hiciera falta una editorial y faltara entonces una revista, que es un medio de expresión; y la Casa empieza a encontrar, a partir de ese núcleo, que es también una columna vertebral de la institución, el modo de expandirse.

«Entonces, no es solo que el Premio pertenece a la Casa, sino que la Casa, de alguna manera, pertenece al Premio. Incluso, cuando uno lo ve en la actualidad, en los últimos años, gran parte del crecimiento de la Casa se refleja en el Premio. Este año, por ejemplo, tenemos un apartado sobre latinos en Estados Unidos. Programas como estos, como también el de las culturas originarias, y muchos otros, fueron haciendo crecer el Premio, que sirvió de base para lanzar esos temas y, a partir de ellos, fue cuajando la idea de la necesidad de incorporarlos.

«No es específicamente que esos programas hayan traído los temas al Premio, sino que este también, de alguna manera, dio paso a esos programas. El Premio ha servido como base de experimentación, ha tenido esa facultad, esa ductilidad».

–Y lógicamente se nutrió de un gran entusiasmo, de momentos inolvidables, de esa efervescencia que caracteriza al deseo de crear…

–Mira, dicen los promotores, los fundadores, que se les ocurrió la idea, pues un premio literario era una buena manera de convocar gente, y de que se enteraran de que existíamos. Pero nadie sabía cómo se hacía un premio, y llamaron entonces a Carpentier para que hiciera las bases. Ya después llegaron las obras, y estaban en la mesa, en el salón de la presidencia, y estaban los jurados, y no sabían, exactamente, qué hacer…; el concurso se hizo aprendiendo sobre la marcha.

–Entre los jurados, ¿qué personalidades se recuerdan con más frecuencia?

–Han sido poco menos que 2 000 los escritores que han integrado el jurado. Está Manuel Galich, que lo ha sido unas seis veces. Está Benedetti, que llegó a Cuba en el 66 y tenía una vaga idea de lo que era Cuba; y aquí, una vaga idea de quién era Benedetti, suficientemente conocido como para que se le invitara, pero insuficientemente conocido como para que no se hubiera publicado aquí, nunca, nada de él, ni se supiera, a ciencia cierta, qué clase de intelectual era.

«Y, de repente, hubo como un amor a primera vista, y al año siguiente ya Benedetti estaba trabajando y fundando en la Casa, el Centro de Investigaciones Literarias. Estuvieron José María Arguedas, José Lezama Lima, Ezequiel Martínez Estrada, todos fueron jurados, y hoy hay premios en la Casa que llevan sus nombres.

«Está Roque Dalton, tan querido. Tuvo mucho que ver con el Premio, porque fue mención varias veces hasta que lo ganó con ese libro extraordinario que es Taberna y otros lugares; y está Galeano, autor de uno de los más exitosos libros galardonados por la Casa, Las venas abiertas de América Latina, que no obtuvo premio, sino mención. Pienso en Saramago que, cuando vino, estaba lejos todavía de recibir el Premio Nobel».

–Todas estas son realidades, pero también hay mitos…

–Los grandes proyectos como este recogen mitos y realidades que se confunden, y a veces los mitos suplantan a la realidad. Yo creo que eso es inevitable. Esos mitos también forman parte de la historia y de la vida, y creo que ha sido, no solo hermoso, sino conveniente y útil porque a veces ciertas creencias también ayudan a fundar y a convertirnos en nosotros mismos. Hay mitos que traicionan la realidad, pero si no, se incorporan a la propia vida. Si la Casa, de alguna manera, aporta no solo con sus hechos, sino con una mitología en torno a ella, me parece que puede ser parte de su encanto.

–¿Qué ha cambiado y qué permanece en el Premio?

–Han cambiado algunas cosas, y eso forma parte también de la historia del Premio, de la Casa, y de Cuba; es decir, hacer que no muera, mantenerlo.  No podemos matarlo y, sin embargo, tenemos que ser realistas y adecuarnos a una circunstancia que es difícil. Y el Premio se ajusta a esa realidad, existiendo.

«El Premio siempre está cambiando, incluso estructural y organizativamente, y, al mismo tiempo, sigue siendo fiel al que se convocó en el año 59, fiel a su propósito inicial, el de inspirar y promover lo mejor de la literatura y del pensamiento de América Latina y el Caribe, y procura hacerse con la mayor elegancia y pureza posibles, con la mayor seriedad y con la mayor limpieza».

–Casa de las Américas emite, con frecuencia, declaraciones que defienden los principios de la mayoría de las personas que ha tenido un vínculo estrecho con ella…

–Te diría, primero, que el Premio, sin dejar de ser un premio literario, no le da, de ninguna manera, la espalda –al contrario– a las circunstancias de nuestro continente, de nuestro mundo. Sobre todo, las circunstancias políticas no se nos escapan y la Casa, normalmente, se siente interpelada, destinada a participar, a tomar parte y partido en las discusiones de nuestro tiempo. Y en un momento como este, de tendencias fascistoides, no puede evitarlo.

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Mar dijo:

1

23 de abril de 2025

21:27:13


Galeano se hizo también muy querido entre nuestro pueblo con la publicación de su artículo: Cuba duele