ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA
El proceso de la búsqueda, de instrumentar una idea, es lo que más disfruta Villares. Foto: Ismael Batista Ramírez

Ahora, nos dice, hay que incursionar en el diseño de libros en formato electrónico, porque es el «futuro inmediato». Ahora, habla frente a su sitio de trabajo, en casa, donde cada jornada se le va «corriendo», siempre con unas cuatro cosas pendientes de terminar. Ahora, es Premio Nacional de Diseño del Libro 2024. Pero una vez fue solo un niño al que le gustaba dibujar.

Ricardo Rafael Villares Alfonso (La Habana, 1964) nació en una familia del Periodismo: «Mi padre y mi abuelo fueron periodistas; mi tío abuelo, Carlos Fernández, fue director artístico de Carteles, y pintor. Entonces, de niño visitaba Bohemia constantemente, con mi padre que trabajaba allí en la redacción, y yo me metía en el Departamento de Diseño».

Fue esa la génesis de una trayectoria «por más de 40 años en los medios de comunicación visual, en particular el libro y las revistas»; la cual destacó el jurado en sus razones para otorgarle, por unanimidad, el máximo galardón de su área profesional.

Añadieron, asimismo, «el aporte brindado a otras instituciones en la creación de perfiles editoriales y colecciones de gran impacto en el panorama del diseño del libro cubano», y una creación artística que «ha demostrado un nivel estético de real interés comunicativo que identifica la excelencia de su obra como diseñador gráfico».

Un hecho sostiene ese reconocimiento: es muy difícil ser lector y cubano y no haber tenido en las manos un libro o una revista diseñados por Villares; pocas veces el público no especializado repara en ese crédito, pero es esencial para la experiencia de adquirirlos y leerlos. Los títulos del Fondo Editorial Casa de las Américas, las revistas Criterios, Amnios, Cuba Socialista… poseen la huella de un hombre al que le apasiona, sobre todo, crear.

 

BUSCAR SOLUCIONES

«Mi interés era estudiar Periodismo o Historia, pero apareció la Escuela de Diseño. Me gradúo del politécnico, y cuando ya estaba trabajando se crea un curso en la Facultad de Comunicación para graduar a los diseñadores que no eran universitarios, en la especialidad de Periodismo Gráfico.

«Desde el principio comencé a trabajar en la Editorial Científico-Técnica, con especialidades del libro bastante duras: de Física, de Química, de investigaciones médicas… En aquel momento no había nada computarizado, todo era recorte y pega. Eso fue una gran escuela en la que estuve siete años, hasta que pasé a Casa de las Américas, que era otro perfil completamente diferente, más abierto, cultural».

A Villares no le gusta hablar mucho, se describe como alguien tímido, y es evidente que prefiere expresarse a través de su trabajo, pero se somete al cuestionario con la misma calma, amabilidad y disciplina con las cuales –se trasluce en sus palabras– asume cada uno de los procesos de su labor, muchas veces estresantes.

«Lo primero es ponerse a estudiar en función del tema, buscar información y adecuarse a lo que se pida. El proceso de negociación con autores y editores es fluido, con excepciones, porque los criterios no son unánimes, y muchas veces son opuestos también.

«A veces no depende de mí una entrega, porque debo esperar por otros. Pero se avanza en lo que uno pueda; siempre hay que ir acomodando cosas para que todas las piezas después encajen». Ha tenido la suerte, dice, de abarcar todos los géneros, porque no son las mismas especificidades las de un libro de ensayo que uno de poesía, por ejemplo; cambian la tipografía, el espacio en la página…

–¿Qué es lo que más disfruta de su trabajo?

–La creación, sobre todo eso. Hay una parte, a la que nosotros le decimos el «chapisteo», es decir, la corrección de los textos, que creo que a nadie le puede gustar (ríe). Lo que más se disfruta es pensar y buscar soluciones para un determinado problema, que es realmente el abc del diseño.

– ¿Cuántos libros más o menos ha diseñado en su carrera?

–No me he puesto a contar.

 

LA CASA

En Casa de las Américas, desde 1992, ha asumido, entre otros encargos, el diseño y diagramación de las revistas Casa de las Américas y Boletín Música; y de las cubiertas y el perfil interior de las colecciones Premio Casa, La Honda, Cuadernos Casa, y Valoración Múltiple…

«Como una familia», describe a ese sitio donde había un «estilo de la Casa», que invitaba a llamar a todo el mundo por su nombre de pila. Solo con Roberto Fernández Retamar no se atrevió Ricardo Rafael: «Me pidió que lo tuteara, pero no pude. Lo recuerdo como un hombre amable, diáfano. Revisaba la cubierta cuando estaba lista y, si no le gustaba, lo decía, pero su crítica era constructiva».

Aquellos tiempos iniciales los recuerda como duros. «La situación era muy compleja en el país. Los dos primeros años estaba solo, tenía todo el peso del trabajo grafico de Umberto Peña, que me precedía. Poco a poco me fui encaminando para adecuar los perfiles editoriales, que se estaban renovando incluso, porque ya era otra época, comenzaba la entrada de la computación. Fue un aprendizaje sobre la marcha».

Sus diseños de libros como Cuaderno de bitácora, de Fernando Birri, o Nuestros primeros padres, de Manuel Galich, son algunos de los que han sido premiados; pero el mayor reconocimiento lo encuentra en la satisfacción de los autores, y en «esa sensación al ver que distintas personas o el público en general aceptan tu trabajo».

 

NO BAJAR LA PARADA

Si de referentes se le pregunta, Villares menciona a Raúl Martínez y a Umberto Peña. «Tuve el privilegio de conocer a Raúl, fue presidente del tribunal de mi tesis en la Facultad de Periodismo, y con Peña colaboré en la revista Casa. Aprendí de toda su obra, tanto de la gráfica, como de la pictórica. Son dos imprescindibles, no solo de Cuba, sino de América»

Aunque ha ejercido poco la docencia, porque requiere una capacidad de oratoria que no cree tener, no solo admira mucho a «aquel que sea un verdadero maestro», sino que la considera una ocupación esencial para «estar al día, renovar constantemente el conocimiento y profundizarlo».

Esa necesidad de estar actualizados, en un mundo en el que crece el intrusismo profesional, es una de sus preocupaciones: «La gran pregunta es qué vamos a hacer con la inteligencia artificial. Ahora cualquiera puede crear, hablando a la máquina: «yo quiero tal cosa», y te la produce. Pero me parece que la inteligencia humana es la que debe predominar; y que la creatividad del hombre debe ir por encima, porque siempre será superior a lo que una máquina cree».

Si vino de una familia de periodistas, la fundada por él es de las artes visuales. Arropado por ella, y por los colegas junto a los cuales recibió la sorpresa del Premio Nacional, el compromiso ahora –explica– es «no bajar la parada; hay que estar arriba y más para arriba».

Arriba está la excelencia. Villares sube la cuesta, indetenible.

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