Enero de 2021 extiende sin piedad su luto en la cinematografía cubana.
Primero fue Enrique Pineda Barnet y ahora Juan Carlos Tabío, fallecido este lunes 18, a la edad de 77 años, y de quien no sería exagerado afirmar que fue el director que mejor captó, en clave casi siempre humorística, la esencia de «lo cubano» desde miradas desbordadas de imaginación.
Llegado al Icaic en 1961 como simple aprendiz de todo, Tabío realizó documentales de diversos temas antes de debutar en el largo con Se permuta (1984), un filme que ese mismo año me hizo escribir en estas páginas: «Para Tabío era importante que los espectadores, además de entretenerse y reírse, reflexionaran con lo que estaban viendo, se sintieran parte de la historia y de sus posibles soluciones. Si su filme es un diálogo comprensivo de principio a fin, se debe a que “lo cubano”, lo popular cotidiano, y sin afeites, está ahí…».
Fue esa una constante en su cine, marcado por una experimentación dispuesta a contravenir lo convencional y, al mismo tiempo, muy efectiva, siempre a caballo sobre la comedia social y crítica, y exprimiéndole a la realidad lo que la ficción terminaría por convertir en trascendente.
Se permuta, Plaff, Lista de espera, El cuerno de la abundancia, resultaron filmes que llevaron a millones de espectadores a nuestras salas, y basta con cerrar los ojos un instante para recordar aquellos días en los que ir al cine era una fiesta, y Juan Carlos Tabío se convertía en el mago principal de la «risa seria», aclamado por un público que aplaudía a lo largo de la proyección.
Risa seria, teniendo en cuenta que en sus historias no había nada mecánicamente elaborado, y cada provocación, con el humor como base narrativa de contundentes argumentos, provenía de entramados sociales y humanos bien conocidos por él, requisito indispensable para hacer de la función crítica del arte un instrumento efectivo, siempre que se tenga talento y sensibilidad, y a Tabío le sobraban.
Cuando Tomás Gutiérrez Alea enfermó en medio de Fresa y Chocolate (1993), encontró en Tabío ese otro yo indispensable para convertirse en codirector. Tuvo lugar entonces una fusión de caracteres poco dado a repetirse en un drama al que no le faltaban fibras humorísticas –Alea reverenciando más lo intelectual del conflicto, Tabío bebiendo del arraigo popular–, lo que unido a la carga emotiva desprendida del guion de Senel Paz, y el mismo Gutiérrez Alea, convertirían el filme en un acontecimiento mundial. Una combinación audaz que ambos directores repetirían en Guantanamera (1995).
Aunque estés lejos, El elefante y la bicicleta, la inolvidable Dolly Back, (aquel corto sobre la impostura que desconcertaba felizmente a los espectadores) y otras más, se encuentran entre la filmografía de Tabío, también guionista, profesor y multipremiado, tanto nacional como internacionalmente.
En 2014 le concedieron el Premio Nacional de Cine a este artista inteligente, desbordado de sabiduría y cultura, y con quien era una fiesta entablar una discusión sobre arte, o la vida misma, y verlo pasar del tono afectivo, a la emotividad más desbordante, aquellos berrinches que lo hacían tan legítimo como sus películas.
El mundo del cine, y en especial los cubanos, lo vamos a extrañar, y no solo por su trascendencia como cineasta.
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Orlando Toussaint Fernández dijo:
1
19 de enero de 2021
07:54:33
Jose Luis Respondió:
20 de enero de 2021
10:27:03
sotto dijo:
2
19 de enero de 2021
08:03:10
Jose Luis dijo:
3
20 de enero de 2021
10:25:44
María Antonia Torres Cabrers dijo:
4
21 de enero de 2021
20:42:32
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