En mis años de vida he tenido tropiezos, padecido incomprensiones, recibido palos, compartido sinsabores. Por momentos he sido irreverente y levantisco, pero en todo caso he tratado de ser consecuente con lo que creo, sostengo y alumbra mis actos.
Crítico y autocrítico desde un irreductible sentido de pertenencia basado en cinco pilares: Patria, soberanía, antimperialismo, justicia social y vocación martiana. ¿Marxista por intelección? Cierto, pero respeto a quienes no lo son. ¿Socialista por convicción? Cierto también, más convivo y comparto espacio, ideas y metas con quienes respetan y trabajan por el mejoramiento humano, no en abstracto, sino sobre asuntos concretos: resolver problemas acumulados, deshacer entuertos, rectificar errores, erradicar prejuicios y estigmas, ensanchar la espiritualidad y alentar la ética del compromiso solidario.
Pongo por delante estas consideraciones al advertir cómo algunos en esta hora intentan secuestrar la Patria y arruinar nuestra soberanía.

Cuba es de todos los que aman y fundan, no de los que odian. Apropiarse de la Patria para entregarla recuerda la actitud de los anexionistas, los plattistas y los que un día reclamaron la invasión de Estados Unidos contra nuestro país. Los que buscan el aplauso del Secretario de Estado, la aprobación del Secretario General de la oea, y el financiamiento de agencias federales del vecino norteño.
Los que tienden manos y prestan oído a las orientaciones del responsable de la Misión diplomática de EE.UU. en La Habana.
Definitivamente, estos por voluntad propia se excluyen de la Cuba donde vivo y sueño. No me veo firmando un manifiesto junto a ellos, ni aprobando sus acciones. Como tampoco me veo junto a los que de manera embozada, amparados en créditos académicos, subvierten la naturaleza del diálogo franco y constructivo, para asumir posturas confrontacionales que apuntan a la quiebra, y no a la corrección y perfeccionamiento de la institucionalidad.
Suscribo la observación del colega Félix López, quien proclama que «por respeto a la memoria de mis antepasados y de los que hoy sufren en Cuba privaciones de todo tipo no puedo firmar declaración, proclama o petición que no reconozca de forma clara, directa y sin ambigüedad la existencia del bloqueo, que ha tenido en la reciente administración Trump las más viscerales vueltas de tuerca».
Concuerdo con el joven profesor universitario Fabio Fernández cuando dice: «Creo en el socialismo como vía de realización de la democracia. Tenemos mil y un defectos, pero las soluciones no están en recibir con los brazos abiertos a un pasado hábil para el disfraz. Hay que encarar con valentía los dilemas de la nación, alejarnos de los hábiles y burdos maestros del caos, restañar los consensos lesionados, cambiar lo necesario en el ámbito económico, luchar contra las desigualdades que laceran, hacer política de manera distinta, dialogar con el que piensa diferente, construir un país que respete la dignidad de los mayores y enamore a los jóvenes».
Con estos últimos, sinceros, audaces, más parecidos a su tiempo que a sus padres sin que por ello sean parricidas, el intercambio y el debate resultan no solo posibles sino imprescindibles.
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Ernesto Díaz dijo:
1
5 de diciembre de 2020
02:47:34
jose marrero dijo:
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5 de diciembre de 2020
06:20:32
Osmani dijo:
3
5 de diciembre de 2020
07:26:49
Telesforo (Deutschland) dijo:
4
5 de diciembre de 2020
11:54:40
María Cristina dijo:
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Eduardo dijo:
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Alberto García dijo:
7
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Carlos Borges Oliveros dijo:
8
6 de diciembre de 2020
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Nelida Montes de Oca Váquez dijo:
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6 de diciembre de 2020
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David Ginarte dijo:
10
6 de diciembre de 2020
10:37:25
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