ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA

 «…Con el propósito de elevar la cultura del pueblo, se fomenta y desarrolla la educación artística, la  vocación para la creación, el cultivo del arte y la capacidad para apreciarlo…».
Lo anterior forma parte del artículo 95 del Proyecto de Constitución de la República que se refiere a Principios de la política educacional, científica y cultural y si bien es importante todo lo que allí se expone, me detengo en esa «capacidad para apreciarlo (el arte)» por cuanto tiene mucho que ver con una vieja aspiración humanística en plena picada internacional: la necesidad de crear un público a la altura de las proposiciones artísticas e intelectuales que recibirá a lo largo de su vida.
Capacidad de discernir y valorar, tanto ante lo que eleve el disfrute estético y espiritual como frente a la ola de mercantilización cultural que amenaza hoy con crear un mundo estandarizado por las llamadas transnacionales del entretenimiento, a partir de una apología de la ignorancia que insiste en convertir cada hecho cultural en vacua diversión.
Crisis de la cultura que no pocos estudiosos coinciden en considerarla mundial y de la  que, por supuesto, no escapamos por  estar insertos en una marea de proposiciones en la que la cantidad tiende a confundir la calidad en espurio  beneficio de lo económico.
Capacidad para apreciar el arte presente en nuestro Proyecto de Constitución y que recaba, en primer término, del sistema educacional e instituciones culturales, y a la par,  de la promoción de verdaderos valores del arte y la literatura en imprescindible alianza con el papel social de la crítica artística y literaria.
 Una crítica capaz de desenmascarar disfraces postcoloniales y entregas «artísticas» signadas por una masificación contaminante –que nada tiene que ver con el verdadero arte popular– al tiempo que deslinde categorías en ese revoltijo de oportunismos en el que lo que vale menos (mercadería mediante) trata de imponerse a lo que vale más.
Encomienda cultural enaltecedora que necesita de muchos involucrados y también de un público dispuesto a participar de lleno en la formación de una capacidad apreciativa que, al elevarlo ante el reto artístico, hará de él un participante más pleno.

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