ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA
Roberto Fernández Retamar junto a Silvio Rodríguez en la inauguración del Premio Casa. Foto: Dunia Álvarez Palacios

La Habana, 15 de enero de 2018.

Hermanos que convoca esta Casa:

Si a un siglo de su nacimiento José Martí fue identificado como responsable de los hechos revolucionarios que inauguraron nuestra etapa libertaria de 1953, también pudiera decirse que esta Casa de las Américas fue fundada por nuestro Apóstol, por su compromiso con los próceres que empezaron las guerras de emancipación continental contra el colonialismo. Para colmo, una joven de la generación del centenario del nacimiento de Martí, protagonista de aquella jornada terrible y simbólicamente hermosa fue, a su vez, quien fundó y animó a esta institución, que ha reunido escritores como haciendo un ensayo hogareño de aquel ideal llamado Nuestra América.

Otro imprescindible de esta Casa, mi amigo poeta y pensador Roberto Fernández Retamar, el año pasado me pidió estas palabras de inauguración al Premio número nº 59. Y es que Roberto sabe que, aunque este entrañable evento aún no ha incluido la modalidad de canción, es incuestionable que aquí se ha cantado mucho, tanto con lírica como con _guitárrica_.

Por ejemplo, el mes que viene hará medio siglo de que varios trovadores de mi generación estuvimos por primera vez en este mismo salón. Aún no se llamaba Che Guevara, aunque ese fue un nombre que nos sobrevoló aquella noche. Lo que era yo, estaba bastante azorado, casi no me lo creía, porque en febrero de 1968 Casa de las Américas era ya un lugar honroso y querido, liderado por una heroína y respaldado por brillantes artistas y escritores.

Faltaban por llegar muchas novelas, narraciones, piezas de teatro; faltaban inolvidables libros de poesía. Y faltaban por ausentarse, o por sernos arrebatados, varios hermanos queridos. Porque esta Casa y este Premio siempre tuvieron la virtud de reunir a mujeres y a hombres más interesados en la suerte de sus pueblos que en la de sus palabras; gente entregada en el ingenio, pero mucho también en carne y hueso.

Así que faltaban por ocurrir sorpresas en muchos escenarios, noticias esperadas o inconcebibles, esperanzas y angustias de diversas honduras.

También faltaban iluminaciones, torpezas, aprendizajes; faltaba tiempo, partícula a partícula, haciendo lo que la brisa y el agua cuando corren. Faltaba, después de la espuma, el sedimento revelador que nos hace reconocer y desafiar, entre las miserias del mundo, lo triste de nuestra propia naturaleza.

A algunos incluso nos faltaba más de la mitad de nuestras vidas, aunque no lo sabíamos. Y todos éramos aprendices de todo: de la historia escrita, de la que pensábamos que faltaba por hacer y escribir y, por supuesto, la de la hormiga cotidiana: la historia real que, entre acorralado y desafiante, ha escrito este pequeño país, capaz de proyectar las enormes luces de sus sueños.

Algunos sueños acaso no los llegaremos a tocar, al menos del todo, porque el acoso constante sin dudas nos limita. Estamos donde una larga, compleja y desigual batalla nos permite. Esto nos ha hecho desarrollar un arte de defensa que nos sostiene. Y aunque el que se defiende bien a veces logra sobrevivir, verse obligado a basar la existencia bajo esa premisa no es lo más saludable.

Quienes hemos sido parte de esta Casa de las Américas durante 59 años tenemos pruebas, en primer lugar, de que el bien es posible, y de que el arte y la cultura son parte de su sustancia. También sabemos que algunas inconveniencias pueden durar más de lo proclamado y que el bien es aún perfectible.

Por esas razones aquí estamos, con la voluntad de ser mejores, de avanzar. Por eso aquí seguimos. Por supuesto que no eternamente y mucho menos por costumbre, sino porque aún somos capaces de estremecernos cuando llegamos a un lugar como esta Casa.

Es como si de pronto se fuera abrir una puerta y entrara una señora con una sonrisa entre pícara y materna, con una mirada entre nostálgica y escrutadora, con una voz de flauta y unos brazos menudos que te rodean, te sostienen y hasta te enderezan, y te hacen pensar que estas a salvo, que realmente puedes decir todo lo que te parece –y hasta lo que imaginas–; extraordinario abrazo que te hace sentir que estás creciendo, o que te hace creer que cuando dices es que creces, y que sólo por eso vale la pena estar vivo.

Gracias a esa y a otras nítidas presencias ahora mismo en esta sala, es que logro decir bienvenidos, hermanos, al Premio Casa de las Américas de 2018.

Muchas gracias.

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Jose R Oro dijo:

1

15 de enero de 2018

17:31:45


Maravillosas palabras del gran Silvio Rodríguez. Merecido y profundo homenaje a la inmortal Haydée Santamaría. La Casa de las Américas es una de esas instituciones que trascienden el tiempo. Como dice el bardo cubano, el bien es posible, y creo que inevitablemente requerido. Se han atravesado muchas dificultades, pero la Casa de las Américas está ahí, tan fuerte y sólida en el Vedado, como la Puerta de Alcalá en el Retiro. Que bueno que Silvio pronuncio esas palabras, historia viva

magda campos dijo:

2

15 de enero de 2018

18:37:27


Hermosas palabras ¡¡¡ Homenaje que merece nuestra siempre amada Haydèe Santamarìa ¡¡¡

ligia aleman dijo:

3

15 de enero de 2018

21:16:48


Bravo por Silvio, por Casa de las Américas, eso es exactamente esta gran institución una puerta que se abre a todos los seres humanos del mundo, que quieren el bien de la humanidad , una puerta tan grande que rompe cualquier barrera, cualquier muro, cualquier frontera, a través de la palabra , la música , la poesía y la solidaridad . Viva Cuba.

Eduardo dijo:

4

16 de enero de 2018

06:42:53


Porque la dignidad se aferra a ti, por eso estas ahi Silvio, viva nuestra cultura cubana!!!!

Hiram C. Sánchez dijo:

5

16 de enero de 2018

09:38:12


Silvio dice las cosas sin temor, habla profundo y con candor toma la pluma por guitarra y la guitarra por Amor. Silvio creemos en ti...Gracias

Joel Ortiz Avilés dijo:

6

16 de enero de 2018

12:40:36


Silvio......siempre es Silvio y nunca dejará de serlo. Con su acostumbrada poesía, el homenaje necesario a quién dió vida a ese proyecto que tanto le debemos hoy y que será un terreno fértil para la cultura Cubana de todos los tiempos. Aidé Santamaría....la heroina del Moncada, de la clandestinidad y de la Sierra, nunca será olvidada y en nuestros corazones siempre estará presente su amor a Abel y a Fidel. Su fidelidad a la causa revolucionaria probada con creces.....será un ejemplo impercedero para las generaciones del fururo. La 59 jornada del Premio Casa de las Américas, no podía tener a mejor interlocutor para el discurso inicial.....!!!!!Felicidades a todos los participantes!!!!.....!!!!!Venceremos!!!!!.