
A Pablo Bergues (Santiago de Cuba, 1945) no le basta, para estar en constante vínculo con la literatura, ser un reconocido autor de novelas policiacas con las que ha merecido importantes reconocimientos. Tampoco le es suficiente haber escrito guiones durante tres décadas para espacios como Escriba y Lea, por solo citar uno de los más conocidos. Su pasión por las letras va más allá de tejer con ellas un argumento que atrape al lector, como sucede con lo que escribe. Por eso desde hace tres años fundó un taller literario que lleva los nombres de Armando Lamas y José Manuel Otero, in memóriam, en el municipio de San Miguel del Padrón, donde reside.
Han sido muchas las horas sabatinas que ha dedicado al trabajo literario con sus alumnos, un grupo heterogéneo tanto por las edades como por las ocupaciones sociales, que se reúne dos veces al mes en el museo municipal. Por estos días les llegó la hora de leer en público parte de sus creaciones y para ello escogieron el Café Literario, ubicado en la Calzada de Güines, hasta donde se llegó un público comunitario para sacar provecho a un par de horas exquisitas en las que se aplaudió no solo la obra de los talleristas, sino también la noble iniciativa.
Bergues explicó antes de las lecturas las características del taller, al que asisten lo mismo jóvenes que personas de la tercera edad, algunos de ellos, con algún libro publicado o con algún reconocimiento nacional o internacional. La diferencia generacional en nada atenta para formar parte de un verdadero equipo que prefiere el apoyo mutuo a las rivalidades. “No tenemos un taller clásico, porque quien llega hasta aquí tiene que creerse escritor, por tanto nadie viene a enseñar a nadie, compartimos el conocimiento, trabajamos con las técnicas narrativas, pero todos aprendemos de todos”.
La lectura empieza, pero entre lector y lector, Regis Luis Rojas, directivo del Instituto Cubano de Investigaciones de los Derivados de la Caña de Azúcar, que ahora hace de locutor, “porque siempre me ha gustado estar vinculado con la cultura en mi municipio”, explica por qué los pioneros están presentes en la velada. Una preocupación del taller fue desde los primeros encuentros que los alumnos de la escuela primaria Fernando Posse, estaban a 700 metros de una librería y nunca la habían visitado. Tampoco sostenía vínculos con el museo municipal que está también muy cerca. Entonces para el grupo literario se hizo imperioso visitar la escuela y conversar con maestros y estudiantes. Organizó visitas con los niños al museo y hoy buscan allí información sobre temas históricos. También los han llevado a las tarjas y sitiales históricos del municipio, todo eso por el ánimo de sus integrantes.
El café, donde otrora se reunieron figuras como Lázaro Peña, Blas Roca y El Indio Naborí, está colmado de personas que disfrutan además de los textos, de las actuaciones de los artistas aficionados. Bergues, como coordinador de la Uneac en San Miguel, se ha propuesto que el lugar se llene cada vez más de estas actividades, que suman incluso a los que no han sido convocados. “La población no entorpece para nada, entran, compran su café, se quedan para ver lo que está pasando, y pasan un buen rato”. Las lecturas avanzan y algunas provocan risa; otras, dejan pensando al auditorio.
Alguien trata de tomar nota, como si lo que acaba de oír lo mereciera. Pero los cuentos no serán palabras al viento. El taller prepara su editorial, serán libros artesanales, hechos por los propios talleristas, una verdadera proeza de estos noveles escritores en acción con su comunidad.
COMENTAR
Yu dijo:
1
4 de diciembre de 2017
15:52:32
Responder comentario