
El invitado al último espacio de El autor y su obra, que organiza el Instituto Cubano del Libro, puede en materia de creación literaria recibir sonados elogios. No es preciso para hallarle el brillo a lo que hace escoger cuidadosamente el terreno. El primor de su trabajo se deja ver con igual pericia en el verso, la traducción, la narrativa o el ensayo.
Para hacer honores a la ya fundamental obra de Jesús David Curbelo —director desde hace algunos años del Centro Cultural Dulce María Loynaz— se reunieron en la biblioteca Rubén Martínez Villena, del Centro Histórico de la ciudad de La Habana, un grupo de panelistas moderados por el poeta Roberto Manzano, que en un difícil ejercicio de síntesis consiguieron poner sobre el tapete las profusas virtudes de un escritor cuyas luces asombran no solo por la enjundiosa cultura de que da muestras, sino por la facundia convincente con que suele expresarla.
La voz autorizada del ensayista Enrique Saínz destacó en la poesía de Curbelo la presencia de planteamientos de suma importancia que quieren adentrarse en una búsqueda vital y al mismo tiempo reflexiva para alcanzar algunas propuestas de capital relevancia. Una poesía fuertemente tocada por el sentimiento, por el afecto y la reflexión de la que es cuestionadora, tocada también por el temblor de la pasión, por la memoria de la infancia, por el diálogo con los demás, con el mundo natural y con el mito.
De ese otro oficio que lo enamora, la traducción de poesía a los varios idiomas que domina, habló también Saínz cuando refirió que hacerlo le abre horizontes inusitados que después enriquecen su escritura a partir de un conocimiento que él convirtió en poesía, cuando otros tan solo se quedan en el conocimiento académico.
A partir de un grupo de ideas aforísticas que el propio Curbelo ha defendido en sus trabajos críticos tocó la escritora Jamila Medina las vertientes ensayísticas del autor. La también ensayista destacó junto a la capacidad asimilativa del autor un diapasón de receptividad para lo diverso en corrientes estéticas, idiomas, siglos, formas estróficas, géneros… que lo convierten en la versatilidad misma.
Entre los apotegmas referidos, Medina mencionó la necesidad de alimentar la duda, la incertidumbre y la fe, y la de traducir el sentido. Apuntó a la supuesta dignidad de fracasar, defendida por Curbelo, aquella que apuesta por “la intentona, el asalto al cielo, de no esperar a cambio loas ni glorias, pues de lo que va la puja es de dar pelea, no de ganar una batalla”.
La certeza de que la imperfección es la cima y que “lo perfectible no deja lugar al descanso” así como la validez de ser “una mísera gotica del gran torrente” fueron puntos insoslayables para la oradora que lo catalogó como un ser “inseguro de todo menos de su modestia, de su humilde papel en el tráfago de la literatura” dado a reconocer con creces los aciertos de los otros.
Medina destacó en su colega la idea del amor como quemadura y fulgor, la sexualidad como mística y viaje metafísico, “creo que su ensayo es también una lección de sexualidad y de amor”. Y remarcó en su obra la pasión por la literatura como océano.
Sobre su narrativa, que parece “escrita por varios Curbelos”, habló el escritor Francisco López Sacha, convertido él mismo en una de las ocurrencias de Jesús David, en personaje de la novela Cuestiones de mar y tierra.
Una rápida mirada a la ficción de este autor arrancó por la novela Inferno, totalmente diferente a las novelas cubanas de entonces. Incluso diferente a lo que se entiende como novela. “No es un libro para leer en continuidad ni cuyo sistema de causalidad está gobernado por la tradicional dramaticidad del texto narrativo. Está gobernado por el nexo poético, por la metáfora, por la necesidad de iluminar que tienen estos personajes para encontrar dentro del Inferno de las palabras un nuevo universo”.
No pudo soslayar el cuaderno Cuentos para adúlteros, publicado en Argentina. Aquí aparece jugando con otro de los grandes temas de su propia literatura y de la posmodernidad, a la que se suma a partir de este libro que significa un nuevo juego con el cuento cubano, el de la escritura que encuentra valores narrativos solo en el acto de escribir. Hizo referencia a Diario de un poeta recién cazado, que consideró “un escándalo” y valoró como uno de los grandes libros de la literatura cubana contemporánea.
Las palabras concluyentes de Sacha resumieron al autor como un “narrador esencial que demuestra la posibilidad de hacer narrativa con la poesía, con la nueva estructura de esa nouvelle extraña, donde se juntan fragmentos con “un sistema planetario y una intensidad nueva, que es realista y al mismo tiempo moderno, naturalista, lúdicro y poético”, en el que realiza una hazaña intelectual dando por hecho que es una “multiplicidad de escritores en un solo escritor”.












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Enrique Diaz dijo:
1
15 de enero de 2016
10:57:29
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