Gorro blanco, mascarilla azul clara, y pantalla facial transparente. Lo único visible del rostro: las cejas de azabache y unos «ojos cafetaleros», todo entusiasmo, asoman a la pantalla del móvil desde Maisí, allá donde el sol de Cuba nace cada mañana, y la ilusión es mayor con el decurso de estos días esperanzadores.
Yanelis Orduñez González pareciera llevar en su mirada la certeza que inyecta desde el 30 de abril pasado, fecha del primer contacto de Abdala con hombros maisienses. Desde entonces, en la localidad más apartada del país ese candidato vacunal contra la covid-19 es sinónimo de esperanza.
A veces algunos coterráneos le salen al paso para manifestarle «el deseo de recibir mi vacuna». Ella explica que ese trabajo va rápido, «sin violar etapas, para que salga bien»; les aclara que Abdala todavía es candidato vacunal, pero, eficaz y seguro, se usa en la intervención sanitaria, en grupos de riesgo, y le pide que confíen sin desesperarse.
Licenciada en Enfermería, de 37 años de edad y 15 en esos trajines, Yanelis Orduñez cree que para Cuba está más cerca la inmunidad, y da razones de fe: «las vacunas cubanas contra la meningitis y la hepatitis B, la Pentavalente, la que nos convirtió en el primer país de América Latina libre de poliomielitis... la experiencia en esa materia».
Yanelis Orduñez se levanta de madrugada, junto al esposo; besa a sus niños y sale, camino al vacunatorio. «Pasadas las cinco de la tarde regreso al hogar, agotada.
«Ya pasará todo esto y le pagaré a mis niños; le debo calor, al igual que a mis padres; llevo meses sin verlos, ellos viven en San Antonio del Sur, de allá soy; me casé aquí por amor. Cuando inyecto Abdala hay que ver cómo la gente me mira; como si les trajera la esperanza».






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SUSY dijo:
1
3 de junio de 2021
10:40:08
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