ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA
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El punto de pesquisaje en los límites con Ciego de Ávila se mantiene activo las 24 horas para regular la entrada al municipio. Foto: Vicente Brito

Sucedió lo que pocos imaginaban y demuestra que el virus puede llegar por cualquier flanco, hasta por la retaguardia, por alejada que parezca. Casi bastó caminar de una guardarraya de caña a otra para que la COVID-19 hiciera su estreno en un municipio que estuvo cerca de acumular un semestre sin casos positivos; pero se rompió el hechizo de Jatibonico, y por la comunidad de Bernal inició la pesadilla que desvela, desde hace más de una semana, a la provincia, convertida en uno de los epicentros del rebrote de la pandemia en Sancti Spíritus.

Para un territorio surcado por la Carretera Central y que enlaza al occidente con el oriente del país era lógico estrechar la vigilancia en esa arteria; sin embargo, desde que la segunda oleada de la COVID-19 invadió con saña a la vecina provincia de Ciego de Ávila, la amenaza del contagio casi era evidente, porque comparte con Jatibonico más de 60 kilómetros de colindancia, existen comunidades cercanas en ambos lados de la frontera y cinco bases productivas vinculan sus plantaciones cañeras al central Uruguay; por costumbre e idiosincrasia, existen lazos humanos, familiares, culturales, económicos y laborales que los conectan más allá de  la División Político-Administrativa.

Es como si el virus oteara ese escenario y hasta supiera que los cubanos pecamos de confianza, subestimamos el peligro y terminamos descuidando el rigor de medidas harto conocidas; entonces, a la más mínima violación, el SARS-COV-2 nos hace vulnerables. Primero fueron tres positivos, luego otros y, a partir de ahí, la cadena de enfermos, sospechosos y contactos en vigilancia, con la consiguiente cascada de cuidados, atenciones, gastos, sustos y preocupaciones.

EL PUNTO DETONANTE

Situado en medio de cañaverales que hasta con un mapa delante cuesta trabajo ubicar –en realidad son dos asentamientos casi pegados, construidos hace dos décadas en pleno auge del desarrollo cañero-azucarero–, Bernal entró el 10 de septiembre al mundo mediático, de la manera menos deseada, al reportar los primeros tres casos positivos; desde entonces vivió un régimen de restricción para cortar de cuajo el contagio y esta semana fue declarado en cuarentena.

«Desde que empezó la pandemia, Jatibonico enfrentó 28 controles de foco, hemos adquirido experiencia, pero demoramos 200 días para reportar el primer caso positivo al nuevo coronavirus; con los enfermos de Bernal la vida cambió», detalló Isbel Reina Abreu, presidente del Consejo de Defensa Municipal.

«Cuando esas personas de Bernal fueron al poblado de Orlando González, en Ciego de Ávila, a visitar un familiar, todavía allí no había reportes de la enfermedad..., pero falló alguna medida de protección individual; ese fue el detonante de la COVID-19 en Jatibonico y desde entonces se desencadenó la transmisión», apuntó.

 «Conocidos los primeros casos, se tomaron diversas medidas, en ningún momento Bernal ha estado solo y mantenemos comunicación diaria con el puesto de mando que permanece allí», subrayó Serguey Jiménez Rodríguez, intendente del municipio de Jatibonico, al tiempo que agregó que los pobladores tienen asegurados los servicios médicos y la alimentación.

EL RIESGO SE EXPANDE

Desde que aquella mañana del 10 de septiembre en el parte televisivo del doctor Durán se confirmara la presencia del nuevo coronavirus en Bernal, la alarma se expandió a todo el municipio y las medidas alargaron su alcance. Se decidió la restricción de movimiento para las comunidades de Vigía y Melones, cercanas a Bernal, y, siguiendo el rastro de la cadena de focos y contagios, se impuso igual régimen para la comunidad de El Guayo; se sumó hasta 143 el total de pacientes bajo vigilancia en los tres centros de aislamiento habilitados en el municipio, se reforzó la pesquisa comunitaria y de estudios de PCR en virtud de detectar casos con sintomatología sospechosa o la propia enfermedad, se paralizó el curso escolar en todas las enseñanzas y se pusieron límites de horario y prestaciones en diversos servicios cotidianos.

«La Playita ha devenido una muralla contra la COVID-19 en las afueras de Jatibonico», aseguró Nidia Correa Rodríguez, licenciada en Enfermería y al frente de la instalación desde el 20 de marzo pasado; actualmente es un centro provincial para aislar contactos de sospechosos. Tiempo atrás allí tuvieron un caso positivo: un viajero que a los nueves días de estancia se le declaró la enfermedad.

«Este es el momento más tenso y difícil, porque tres pacientes del evento de Bernal se han diagnosticado portadores de la dolencia ya estando aislados dentro del centro; pero si algo tenemos es que somos bien estrictos, rigurosos en el cumplimiento de los protocolos establecidos, esa es la garantía para evitar el contagio entre pacientes, o de pacientes a trabajadores», explicó Nidia Correa.

Quizá ese desvelo marcado por el  compromiso profesional, y el hecho de conocer el riesgo que supone trabajar al borde de la zona roja, llevan a Nidia Correa a extender su preocupación más allá de los muros de La Playita. «Si cada persona no hace su parte, no acata con disciplina las medidas del uso del nasobuco, mantiene el distanciamiento y la higiene; si la población en sentido general no interioriza la percepción de riesgo, y no acaba de ganar conciencia y responsabilidad, así como asume que esta enfermedad mata y deja graves secuelas, por mucho que se consagre y esmere el personal de Salud, no ganamos esta batalla en nombre de la vida».

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