Cuando levantó el teléfono y recibió la noticia, cerca de las tres y media de la tarde, mientras trabajaba en el cuerpo de guardia del policlínico bayamés Jimmy Hirtzel (Tipo iii), al bisoño galeno Ángel Antonio La O Portuondo le dio un vuelco el corazón, pero su respuesta no se hizo esperar: «pueden contar conmigo».
Con 30 abriles y aún sin retoños propios, dispuesto a sanar con la ciencia y el corazón donde no llegan otras batas blancas, se alistó en apenas unas horas este médico graduado en 2015.
«Nunca pensé que mi primera misión internacionalista fuera de esta manera, hasta me quedé un momento sin saber qué hacer, pero enseguida dije que sí, y cuando llamé a mi casa para informar la decisión ya mi mamá me estaba haciendo la maleta para salir al otro día hacia el instituto Pedro Kourí (ipk), a recibir la preparación y luego integrar la brigada Henry Reeve donde hiciera falta», cuenta ahora vía Messenger, desde la ciudad hondureña de San Pedro Sula, el también especialista en Medicina Interna, desde 2018.
En esa nación, una de las de mayor tasa de incidencia de la covid-19 en la región centroamericana, realiza el doctor Ángel «el casa a casa» que, desde la llegada de la brigada cubana, allí no da tregua al virus.
«Aquí estamos haciendo una pesquisa activa similar a la de Cuba, no solo buscando casos sospechosos, sino también brindando ayuda sanitaria y haciendo labor educativa con la población, lo que ha fortalecido el trabajo del personal de la salud hondureño, porque hemos contribuido a ampliar las zonas estudiadas y a profundizar, con la encuesta epidemiológica, en los contactos de los casos positivos.
«Y aunque los trajes que usamos no son tan incómodos como los de quienes están trabajando en las terapias, a veces, cuando llevas horas con él, da la impresión de que te ahogas, y al quitarlo, notas el líquido perdido en el cuerpo, los guantes están llenos de sudor y la ropa empapada también, pero todo eso es tolerable, porque sabes que es para salvar vidas».
El joven galeno, quien asegura que la brigada se ha convertido en una gran familia en la que todos cuidan de la seguridad y salud del compañero, es de los que asume el reto de batallar contra la pandemia plantándole cara al miedo.
«El riesgo de contagio siempre existe, pero con esta enfermedad no se puede trabajar con miedo. Lo que sí hay es que protegerse y hacerlo bien».
De su Bayamo, donde le esperan orgullosos la familia, amigos, y más de un paciente, de esos que «velan sus días de consulta», ahora extraña hasta el ruido del tren y el alboroto de los coches y bicicletas en su trayecto diario hacia el policlínico; pero el doctor Ángel se sabe necesario en Honduras, y por ello –revela– cada diagnóstico a tiempo frente al virus es una pequeña victoria que mengua la nostalgia.
«A casa me llevo muchas anécdotas, algunas muy emotivas, como la de mi primer paciente, un señor que ya había dado positivo al sars-cov-2 antes de nosotros llegar, pero se negaba a aceptar la enfermedad, ser atendido y hablar de sus contactos. Cuando me asignaron el caso y lo visité en su hogar, su reacción fue asombrosa. Me dijo que los médicos cubanos no decíamos mentiras, y que si habíamos venido hasta aquí dejando nuestra tierra y familia para correr este riesgo, entonces sí era verdad que él estaba enfermo y necesitaba ayuda. Por ese anciano y por cada persona que podamos salvar de esta pandemia vale la pena estar lejos de casa».
COMENTAR
Angel Antonio La O Portuondo dijo:
1
8 de junio de 2020
08:20:17
NICASIO VÁZQUEZ (V.C.) dijo:
2
8 de junio de 2020
09:45:20
Responder comentario