
Hay libros con los que una se tropieza infinidad de veces sin comprarlos o leerlos, aunque nos susciten cierta curiosidad; hasta que llega su momento… Así me sucedió por varios años con Historia de mi vida (Editorial Arte y Literatura, 2012), de George Sand.
Por fin, en la edición más reciente de la Feria Internacional del Libro de La Habana compré un ejemplar de esta versión resumida de las memorias de Amandine Aurora Lucile Dupin (Francia, 1804-1876). A pesar del reducido tamaño de letra –algo que toda persona lectora valora a partir de cierta edad–, no hubo entonces demora para comenzar la lectura.
El especialista Rafael Rodríguez Beltrán abre el prólogo con una pregunta: ¿Qué puede decirnos todavía esta mujer decimonónica que firma toda su obra literaria con un seudónimo masculino…? Y con él, tras terminar las casi 200 páginas, nos respondemos: mucho.
La autora de obras como Indiana, Léila y Último verano en Mallorca teje en estas páginas el relato apasionante de su vida, desde la infancia hasta la madurez. Y si bien la entrada a la intimidad de cualquier persona, bien contada, atrapa a todo lector curioso, Amandine desnuda aquí también su curiosa sicología y sus decisiones transgresoras, con una notable tranquilidad de espíritu.
Aparecen en las páginas la rebelde alumna de convento, la esposa, la madre entregada –«el amor maternal debe ser un remanso y no una pasión celosa»–, la escritora que decide nombrarse y vestirse de hombre (para no gastar tanto en vestidos y poder entrar a cualquier sitio), la amante de artistas como Chopin, y la amiga de talentos como Balzac. Demuestra así que no existían entonces –ni hoy tampoco– moldes para la mujer buena y para la mala, y ni siquiera esa propia distinción.
En Historia de mi vida, Sand comparte sus reflexiones sobre la división en estamentos sociales, las interioridades de su sentimiento religioso, las tribulaciones en la escritura; y juzga a los demás con objetividad, pero también notable comprensión. Como pistas, regala sentencias sobre su propia filosofía:
«Las cosas bellas dejan una impresión que con frecuencia perdura aun en aquellos que no las entienden». «Siempre he necesitado para vivir una mira precisa, saber que lo hago por alguien o por algo, personas o ideas». «Lo que da la pauta de la auténtica grandeza es no exigir de los demás las mismas cargas que uno se impone».
Nacida en cuna de oro, a pesar del origen humilde de su madre, George Sand, entre las autoras más notables del Romanticismo, renunció a muchos de los privilegios, sociales y económicos, de su clase para poder experimentar el arte y la vida según sus propios anhelos y creencias: «Si hay alguien en el mundo que puede prescindir del lujo y fabricarse a sí mismo una vida acorde con sus sueños con muy poco o casi nada, ese es el artista, porque posee la capacidad de poner poesía en las cosas más triviales y de construirse una cabaña de acuerdo con las reglas del gusto o los cánones de la poesía».
Con esa actitud, sostenida sobre un trabajo valioso, desbrozó el camino para otras. Leerla hoy implica tener un personal diálogo con su ser fascinante y su alegato de libertad.
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