
No tiene este libro –es decir, el ejemplar que poseo– ese aroma seductor, mezcla de tinta y papel, de los libros recién comprados. No lo tuvo para mí ni siquiera al adquirirlo, increíblemente, en una venta de libros de saldo, hace más de 15 años. Sin embargo, es siempre nuevo el título Fabulaciones y ensayos, de Augusto Monterroso, nacido en Honduras, nacionalizado en Guatemala y asentado en México hasta el fin de sus días.
Pronto hará cien años de que viniera al mundo este escritor genial, ícono de la narrativa latinoamericana, que dejara para la posteridad cuentos, fábulas y ensayos –también autor de una novela y alguna producción de poesía– de exquisita factura, en los que la ironía, el sentido del humor y el cuestionamiento filosófico alcanzan un alto rango. No por azar fue condecorado con el Premio Nacional de Literatura de Guatemala Miguel Ángel Asturias y con el Premio Príncipe de Asturias de las Letras, por solo citar dos de sus distinciones.
Decir su nombre es remitirnos prontamente al que por mucho tiempo fuera reconocido –y a su vez el más célebre de sus trabajos, El dinosaurio– como el cuento más corto del mundo: «Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí», un texto que nunca le gustó explicar para que fuera la imaginación ajena la que hiciera su parte. Si gusta esta brevedad que una vez leída es inolvidable, será entonces un suceso repleto de satisfacciones entrar en las páginas de esta selección, con sello del Fondo Editorial Casa de las Américas y prólogo de Juan Villoro, que, si bien no está en las librerías, podría dormir largos sueños en el librero de un amigo o en las bibliotecas.
Textos de Obras completas (y otros cuentos), La Oveja negra y demás fábulas, Movimiento perpetuo, Lo demás es silencio, La palabra mágica, La letra e, Los buscadores de oro, y La vaca aparecen en este volumen que nos deja perplejos ante la lectura.
Uno de los más descollantes autores del siglo XX, dueño de una humildad admirable y de asombrosas habilidades para la concisión en materia expresiva, Monterroso le ofrecerá desde Fabulaciones… no solo momentos de profundas reflexiones, tal como hace la buena literatura, sino también instantes de una hilaridad contagiosa, que una vez descubierta no se dejará de buscar en las páginas siguientes.
En otro de sus más conocidos microrrelatos, El rayo que cayó dos veces en el mismo sitio, nos cuenta: «Hubo una vez un Rayo que cayó dos veces en el mismo sitio; pero encontró que ya la primera había hecho suficiente daño, que ya no era necesario, y se deprimió mucho».
Gozan también del aplauso, junto a otros textos fundamentales, La tortuga y Aquiles, La oveja negra, El burro y la flauta, La honda de David, El búho que quería salvar a la humanidad y La rana que quería ser una rana auténtica. En este último una rana que padecía crisis existencial, pletórica de incertidumbre, procuraba conseguir su propósito. En su afán, se guio por las opiniones ajenas y «observó que lo que más admiraban de ella era su cuerpo, especialmente sus piernas, de manera que se dedicó a hacer sentadillas y a saltar para tener unas ancas cada vez mejores, y sentía que todos la aplaudían.
«Y así seguía haciendo esfuerzos hasta que, dispuesta a cualquier cosa para lograr que la consideraran una rana auténtica, se dejaba arrancar las ancas, y los otros se las comían, y ella todavía alcanzaba a oír con amargura cuando decían que qué buena rana, que parecía pollo».
Corto el espacio y larga la lista de maravillas que tendrá el lector ante sí con acercarse a este libro, desde el que recordamos la agudeza de Monterroso, un convencido de que «la literatura no es algo pequeño, sino algo verdaderamente inmenso», un «inmenso océano» en el que hay tanto que navegar. Ante ella, dijo en una entrevista: «Uno se da cuenta que no es nada, y que apenas puede llegar a una playita».
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