Rodrigo Prats, uno de los más notables músicos cubanos, que integraría la famosa tríada del teatro lírico cubano, junto a Gonzalo Roig y a Ernesto Lecuona, nació en la bella ciudad de Sagua la Grande, el 7 de febrero de 1909.
Allí se estaba gestando gran parte de la genialidad compositiva de mediados del siglo xx en Cuba, gracias a su padre, el flautista y compositor Jaime Prats. Jaime fue el autor de muchísima música para el teatro vernáculo, así como también de Ausencia, conocidísimo bolero que le ha dado la vuelta al planeta; además, fundó una de las primeras jazz bands del país. Es por ello que algunos situamos la vocación por la música del joven Rodrigo como herencia directa de su progenitor.
A los nueve años, Rodrigo Prats comienza sus estudios de música, y más tarde matricula en el Conservatorio Orbón, en La Habana; fue precisamente Benjamín Orbón su profesor de piano. Gracias a su formación académica también tocaba violín e integró, con solo 13 años, la Cuban Jazz Band, dirigida por su padre. Por esos años formó parte de la Orquesta Sinfónica de La Habana, fundada y dirigida por Gonzalo Roig.
Ahora bien, su relevancia musical no la consolida como instrumentista, sino como director de orquesta y compositor, lo cual tiene su génesis en la compañía teatral de Arquímedes Pous, en la que fungió como tal. Luego vendrían años muy fértiles dedicados a esos propósitos, en los cuales Prats fundaría la Orquesta Sinfónica del Aire y la Orquesta de Cámara del Círculo de Bellas Artes, además de trabajar como subdirector de la Orquesta Filarmónica de La Habana, director musical de rhc Cadena Azul y del Canal 4 de tv. Sumado a todo esto, fue fundador y director del Teatro Jorge Anckermann y director musical del Teatro Lírico de La Habana.
Todo este cúmulo de experiencias de tipo orquestal, unido a su talento y a su formación como violinista, le brindaron una visión compleja de la diversidad autoral, que brotaría de su genio compositivo: su producción está compuesta por música popular, sainetes y zarzuelas; y dentro del cancionero cubano de la época, Prats ocupó rápidamente un exclusivo sitial, con piezas como Una rosa de Francia –compuesta a los 15 años–, Aquella noche y El tamalero.
Escribió la música de varios sainetes y de zarzuelas como Amalia Batista, una de las más completas obras del género, sin duda alguna. Dentro de su amplia producción discográfica podemos reseñar el disco Estampas de Cuba, con arreglos instrumentales suyos sobre danzas de Cervantes, White y Lecuona, y de canciones de Sánchez de Fuentes, Roig, Anckermann, Grenet y Moisés Simons, un osado proyecto musical y fonográfico para la época.
Debe destacarse que su pasión por el teatro lírico comenzó en la década de 1930, en el teatro Martí, junto a su ya mencionado colega y amigo Gonzalo Roig y al director y escritor teatral Agustín Rodríguez. Allí, entre camerinos, ensayos y cafés, Prats fecundaría una obra sólida, raigal y grandilocuente, que aún nos enorgullece como cubanos a 45 años de su muerte, ocurrida el 15 de septiembre de 1980.
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