Cuando hace un tiempo me referí en este mismo espacio a la música por encargo, obviamente no pude abordar el fenómeno en todas sus aristas. Como es habitual en algunas entregas, primero nos enfocamos en una mirada más contextualizadora para luego ahondar en alguna zona específica, siempre que sea propicio. Hoy quiero proponer el tema, pero vinculado a decisiones y raseros que se tienen en cuenta cuando se encomiendan obras musicales que pueden tener una finalidad televisiva, o más bien mediática, en campañas de bien público, eventos y hasta aniversarios.
Una primera acotación que bien pudiera despejar incógnitas es enmarcar el hecho, remunerado o no, de un encargo musical. Es decir, ¿quién(es) determina hacer tal solicitud, y sobre qué sustentos artísticos o económicos se hace? ¿Merecen todas las obras iguales jerarquizaciones y compensaciones?
Esas pocas preguntas pueden ser vitales cuando la música de determinado pedido suele ser caótica o, al menos, polémica para gran parte de la audiencia: por lo general sobran las excusas cuando se llega al éxtasis artístico, ya que todo ha funcionado de maravillas. Ahora bien, tampoco podríamos cercenar o limitar las aspiraciones de creadores atendiendo a fenómenos nimios ni esgrimiendo tesis vacías, ya que en ocasiones el arte nos sorprende, y suele ser de quien menos esperamos.
Pero existen estudios serios sobre la semiótica audiovisual y, por ende, de todo lo relacionado con la inducción musical, ya sea desde plataformas comerciales de publicidad, series o películas, las cuales pueden ser gestadas desde la macroindustria del ocio o con discretos presupuestos, los cuales caracterizan a las llamadas productoras independientes.
Pero en Cuba, ¿cómo funcionan estos mecanismos? En el país existen formas para gestar obras musicales por encargo, siempre decididas por un director junto a su equipo creativo. ¿Pero dónde pudieran hallarse inconformidades o debates? Como en buena parte del mundo, el primer escollo o logro –dependiendo del ejemplo que sea preciso– será el presupuesto: una asignación generosa permitirá acceder a los mejores compositores para realizar el encargo, evidentemente.
De no ser así, tendría que negociarse con ellos o recurrir a otros autores que, por montos más discretos, estuviesen dispuestos a componer lo que se pide, aunque no siempre el tema económico es un freno ni determina calidad en todos los casos. Aun así, usted pudiera preguntarse cómo es posible que recordemos temas o canciones de películas y seriales de hace más de 20 años y que hoy día no suceda lo mismo. Buena pregunta, sin dudas. ¿Pero las recuerda todas, o solo algunas? ¿Tuvieron realmente música excelente todas las obras, series, películas y más, de toda época anterior? En ello convergen varios factores como la memoria afectiva y selectiva, además de que sean extraordinarios temas, sin discusión alguna. El asunto no acaba y yo, como siempre, le propongo otra mirada futura.
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