
A sus 50 años de fructífera existencia llega esa obra imprescindible de las letras cubanas y universales que es Biografía de un cimarrón, una novela testimonio con la que su autor, Miguel Barnet, echó mano a la palabra de Esteban Montejo, un centenario exesclavo y excimarrón, para inmortalizar la historia contada desde la perspectiva de esos “nadies”, que a fin de cuentas son los que la protagonizan.
Para recordar las cinco décadas de una obra que constituye un paradigma del género, el Foro Literario de la Uneac, que forma parte de las actividades de la Feria, contempló, en su segunda jornada, la celebración de un panel moderado por el crítico Alberto Guerra, en el que ofrecieron sus impresiones el escritor y poeta Eduardo Heras León, Premio Nacional de Literatura, y el doctor Emmanuel Tornés, junto a algunos miembros del apretado público presente.
Como un hecho insólito, que desde sus inicios fue considerado excepcional, “como si de pronto la historia, las páginas muertas, detenidas en un tiempo congelado, volvieran a la vida” consideró el Chino Heras la aparición de esta obra, de la que disertó en palabras tituladas El Cimarrón revisitado, a propósito del genial uso de las técnicas narrativas que para hacerlo posible empleó el entonces joven antropólogo, que pretendió tocar con delicadeza y oficio una zona de la historia cubana desde una voz inusitada, la de un hombre que vivió los horrores de la esclavitud.
Convincentes ejemplos puso sobre el tapete para demostrar que el argumento lo cuenta un narrador híbrido ubicado a medio camino entre el narrador real (Esteban Montejo) y el ficticio (Miguel Barnet), que la teoría llama también autor implícito y no debe confundirse con el escritor.
Sobre la técnica empleada, parece consistir, dijo, en apropiarse del discurso del testimoniante, pasar por el filtro de la sensibilidad del autor, es decir por su poética, y devolverla transformada en material literario, cuyo logrado equilibrio entre ambos narradores es lo que permite con acierto llamarla novela testimonio.
Aun cuando el empleo de un solo punto de vista puede convertirse en un recurso monótono que conspire contra la eficacia, aquí hay tal variedad de matices en la voz narradora del discurso, que muy lejos de abrumar al lector, constituye una de las hazañas técnicas del libro y se convierte en un verdadero sistema de composición por lo que también desde ese parámetro se trata de una obra maestra.
Por haber tenido Barnet la lucidez y la sensibilidad de vislumbrar en lo cotidiano la posibilidad de ver algún día al ser humano viviendo en un tiempo todos los tiempos, lo consideró Tornés uno de los creadores imprescindibles de Cuba y del continente en la segunda mitad del siglo XX.
En palabras que tituló Biografía de un cimarrón y la novela intrahistórica, destacó que entre las muchas peculiaridades de la obra está la del “interés por asignarle el papel de héroe y portavoz del relato a un antihéroe por excelencia, a un personaje anónimo, una de las criaturas más discriminadas y zarandeadas por la historia y la sociedad clasista” pero excepcional, por tratarse de un referente real que contiene en sí mismo una historia colectiva, “la de todos los desposeídos de nuestro país, un hombre sin duda alguna extraordinario porque fue con posterioridad soldado común de la guerra de independencia, ciudadano de la república mediatizada y, finalmente, testigo de una nueva era, la de la Revolución Cubana de 1959”.
Un libro clásico, como se sabe, es aquel que nunca termina de decir lo que tiene que decir, expresó el escritor Francisco López Sacha, desde el público. Ese es el carácter que Cimarrón… alcanzó 50 años después. “La tesis del libro, que es lo que la va a sostener para siempre, es la resistencia del pueblo cubano en cualquier circunstancia. Cimarrón está adelantándonos esa enorme capacidad de resistencia, y está proyectando hacia el futuro esa capacidad de la identidad cubana, que es la que nos ha sostenido hasta hoy.
Barnet recordó a Esteban Montejo como un hombre extraordinario, de gran capacidad, con un lenguaje cortante, lacónico, pero muy profundo. “Solo lo tomé como un pretexto, él estaba ahí esperando por mí, para narrar la historia de Cuba desde la gente sin historia. El método fue el alma del poeta, el oído aguzado y saber escoger”.
Tras explicar pasajes asociados a las motivaciones personales y a la génesis de la novela, Barnet, resumió tanta emoción dando por hecho que “Esteban Montejo soy yo, y él puede decir, y sé que lo está diciendo, desde el más allá, Miguel Barnet soy yo”.
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