Los dos mástiles se empinan como espigas gigantes en busca del cielo, coronados con las enseñas de Cuba y Vietnam, al pie de los edificios. Cientos, miles de páginas de humanidad y grandeza flamean en lo alto. Abajo se escriben nuevas historias.
En uno de los salones, el llanto de un niño proclama su alumbramiento. Van por él dos mujeres de batas blancas; parecen arcángeles. Otra joven arrebatada a la muerte, muestra su gratitud en la nave contigua. La madre sonríe. Un hombre la imita en el inmueble de enfrente. Nadie podrá devolverle la pierna cercenada por un explosivo gringo hace 40 años, pero el hospital Amistad Vietnam-Cuba le devolvió la sonrisa.
Abrigando a la Sierra Maestra en la ciudad de Don Hoi, cabecera de la provincia central de Quang Binh, a más de 500 kilómetros al sur de Hanói, se yergue el inmueble construido por iniciativa del líder cubano, Fidel Castro Ruz.
Las 620 camas hospitalarias del centro lo convierten en el tercero más grande a nivel del país, comenta orgulloso el vicedirector, doctor Trán Tién Húng, hombre espigado y locuaz, de 53 años de edad, que lleva casi la mitad de su vida dedicada a la medicina.
«Somos 368 profesionales: médicos, enfermeras y laboratoristas de alta calificación; cubrimos 24 especialidades clínicas y siete servicios paramédicos. También disponemos de una moderna sala de cuidados intensivos, y realizamos ocho actividades administrativas de apoyo», refiere el directivo.
Cientos de pobladores de Quang Binh y otras localidades cercanas acuden a la institución cada día; cientos de miles lo hacen todos los años. Para ellos el hospital es «una bendición que nos regaló el Comandante Fidel». Así lo califica Ta Thi Thu Ha, una mujer de 39 años, natural de Dong Hoi; «estos doctores cuidan muy bien de mi salud y la de mis hijos», dice.
Tomógrafos, escáner, Rayos x, equipos de ultrasonidos… todos de última generación, ocupan espacios en el hospital, equipado con tecnología de avanzada. Mas, por lo visto, el principal recurso del centro es la sensibilidad del colectivo; la capacidad de poner alma y conocimiento al servicio de los demás, de olvidarse de sí para calmar al que busca ayuda.
«Nos entregamos por entero a la profesión, es nuestra manera de honrar el gesto del hombre extraordinario que concibió esta obra», comenta Nguyen Ván Liéu, galeno que lleva más de un cuarto de siglo aquí; «junto a la Sierra Maestra», dice, con picaresca sonrisa.
EL PRIMER HOGAR
Antes de ocupar espacio en la ciudad de Dong Hoi, la instalación hospitalaria existió en la mente del Comandante. «Es una de las cinco obras ideadas por él para nuestro pueblo», confirma Nguyen Dinh Bin, excanciller de Vietnam. «En julio de 1967, Fidel habló de la idea de construir un hospital en el sur de nuestro país», asegura.
Según Nguyen Xuán Phong, otro exfuncionario de la cancillería vietnamita, «sabiendo que la lucha aún seguía, y que en el sur no existía hospital ni servicios médicos, Fidel vio la conveniencia de construir en Quang Binh un centro con esas capacidades, para atender a la población de la zona y a los combatientes; el inmueble tenía un sentido estratégico», enfatiza Phong.
En una región en la que el ejército gringo probó sus mortíferas armas, dejando un enorme saldo de muerte, devastación, mutilados y víctimas del agente naranja, los profesionales del Amistad Vietnam-Cuba han tenido que lidiar con situaciones en extremo complejas.
ATRAPADOS
Nguyén Ván Liéu llegó al hospital de Dong Hoi en 1992, y «creo que de aquí no podré salir», admite. Hay regocijo en la voz de este hombre de rostro ancho y estatura mediana. Muchos de sus sueños cristalizaron en el centro hospitalario, al que Liéu considera como una extensión de su hogar: «aquí llevo 26 años ininterrumpidos, solo en 1990 salí para hacer la especialidad de Anatomía patológica en el hospital Saturnino Lora, de Santiago de Cuba».
–Ahora comprendo dónde y cuándo usted supo de la Sierra Maestra; eso… (me interrumpe).
–Pues no fue en Santiago.
– ¿Y entonces dónde?
–Aquí mismo, la Sierra Maestra está a solo unos metros de donde estamos (de nuevo sonríe), ahorita le mostraré el lugar.
Otro médico de la institución, Nguyen Van Mám, frecuentaba desde pequeño al Amistad Vietnam-Cuba, donde el padre enfermo buscaba remedio para sus males; Mám siempre lo acompañaba, sin sospechar que tales incursiones decidirían su rumbo profesional.
«Esa memoria de mi niñez luego me orientó hacia la medicina», explica el especialista en Ortopedia y Traumatología, y admirador de Fidel. «Me hablaban de él y de Cuba, siendo yo un chico. En esa etapa grabé la frase que más conocemos nosotros del Comandante: “Por Vietnam estamos dispuestos a dar hasta nuestra sangre”».
Ván Mám y Nguyen Van Liéu, junto a sus colegas, han asimilado experiencias cubanas en la atención a pacientes y en tareas de gestión, administración, y transferencia de tecnología. «Aprendí mucho de los profesionales de la Isla; se olvidan de sí para atender a un enfermo. Donaban su sangre en beneficio de los pacientes», confiesa Liéu.
Cerca de un centenar y medio de galenos cubanos han prestado servicios en el Amistad Vietnam-Cuba, desde que fue inaugurado –el 9 de septiembre de 1981–.
A juicio del doctor Trán Tién Húng esa relación única, tan familiar, humana y profesional entre ellos y sus pares cubanos, tiene una misma raíz; un solo nombre: Fidel. «Este hospital que nos regaló, su cariño especial por Quang Binh y Vietnam, su ejemplo, y los lazos de hermandad que creó entre nuestros pueblos, eso nunca lo olvidaremos. Vietnam tiene mucho que agradecerle a Fidel».
COMO PRENDAS SAGRADAS
Nguyén Hái Dúng desliza sus manos sobre la piel grisácea de la maquinaria vetusta, como si acariciara una dama. El aparato ya no emite sus soplos abrasadores, ni tiene la energía ardiente y autoritaria de antaño. Otro ingenio lo reemplazó en eso de esterilizar cubiertos e instrumental de laboratorio. Pero la vieja caldera de vapor sigue ahí: «es una reliquia», dice Nguyen Hái Dúng, responsable de Economía y aseguramientos del centro.
Otros medios –en uso o reposo– están a la vista en las áreas de la cocina y del comedor: neveras, bandejas, cubiertos, mesas, cazuelas… «Todos los equipos del hospital fueron aportados por Cuba», aclara Dúng. «Algunos ya no podemos utilizarlos, pero los conservamos como prendas sagradas. Aquí no se sustituye nada construido por los cubanos, si se daña algo lo restauramos sin modificar el diseño».
Impresionan –por lo bien conservados a pesar de los años– los enchapes de la cocina, las baldosas de los pasillos, –que están ahí desde el primer día y
parecen espejos–; las escaleras; la lozanía de los barandales añejos; las ventanas y otros componentes de madera que retan al almanaque en los mismos sitios donde fueron colocados por manos cubanas, hace poco menos de medio siglo.
Otros ya no tienen la misma textura. Después de los años en explotación les salen los colores del tiempo. Conservar es más difícil en esta región del trópico, azotada una y otra vez por los tifones y el mar; realidad que enaltece el empeño por mantener casi intacta la fisionomía del inmueble.
–Periodista, voy camino a la Sierra Maestra, ¿me acompaña?
Sigo al doctor Ván Liéu. Llegamos a la esquina exterior de lo que parece un salón de consultas. «Aquí está», me dice…
Para representar a la parte del Mar Caribe que baña al litoral sur de Cuba, desde Santiago hasta Granma, cubanos y vietnamitas idearon un lago artificial diminuto, y alzaron montañas en miniatura a partir de una orilla, con la porción mayor asentada en la tierra firme.
La vertiente sur de la cordillera se precipita en caída casi vertical. La masa de agua se agazapa a sus pies, redimida, tranquila, luminosa como el símbolo de gloria y desprendimiento que se refleja en la superficie. De este a oeste, varios arbustos de distintas especies cobijan el flanco norte de la «Sierra Maestra».
¿ES ELLA O SU PAR?
Sin ser una réplica exacta del paisaje que intenta representar, el conjunto se asemeja bastante al lomerío donde Fidel hizo historia. La geografía quebrada, su estructura rocosa, las depresiones profundas, los tres picos de alturas dispares…
«Fue una buena idea levantar este símbolo en nuestro hospital», dice el doctor Van Liéu, cuando emprendemos la retirada. «Fidel Castro se hizo guerrillero en la Sierra Maestra y peleó por la justicia; este centro de salud se lo debemos a él. Y aquí también se pelea por la vida y el bienestar del pueblo; en nosotros late fuerte el espíritu y el cariño que impregnó el Comandante en los vietnamitas».
Trán Tién Húng, Nguyén Ván Mám, Hái Dúng, otros y otras, se unen a Van Liéu para despedirnos. Han descorchado un aguardiente para brindar por Cuba y Vietnam, por Fidel y Raúl, por la amistad. Alzamos las copas y estalla un coro espontáneo. No lo esperaba. Me sumo: «Guantanamera, guajira guantanamera»…
Son las 12 del día. A esa hora el viento ha perdido su compostura en la ciudad de Dong Hoi. Las banderas se agitan. Dos pueblos flamean en sus estandartes, sobre la pareja de mástiles que se empinan como espigas gigantes.
Abajo se narran otras anécdotas: de sonrisas devueltas, de esperanzas recuperadas, de vidas arrebatadas a la muerte. Hombres y mujeres de batas blancas, que parecen arcángeles, le agregan nuevas páginas a su historia, en espera del próximo alumbramiento.

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Miguel Angel dijo:
1
12 de septiembre de 2018
15:46:43
José Llamos Camejo Respondió:
14 de septiembre de 2018
20:50:22
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