Si algo deja la II Liga Élite, es que a la pelota le debemos días como estos durante toda la temporada. Lógicamente, la pasión en los play off se desborda, porque son momentos de definiciones, pero que el beisbol podemos disfrutarlo, con toda la intensidad de esos instantes cruciales, en cualquier circunstancia, es también un hecho.
Llegar a Artemisa fue como sumergirse en una pletórica laguna de sentimientos por el terruño. Después de 13 años de nacer como provincia, creo que ese territorio ha sido, por, y junto a sus peloteros, más artemiseño que nunca, todos se sentían el equipo de los Cazadores. En Matanzas, desde hace unos años, se viven con frenesí los choques de postemporada, y su gran reconocimiento pasa por mantener en el pueblo al beisbol como referencia y preferencia. Es tanto, que el Cocodrilo con el bate ha pasado a ser sello de identidad de la Atenas de Cuba.
Esos escenarios llenos de júbilo, de alegría y de emociones, hicieron olvidar las gradas huérfanas de quienes son su destino por excelencia en casi todo el calendario regular. La motivación que vimos en los jugadores, titulares o no, nos borraron la inercia de la etapa clasificatoria, y el regreso de la pelota a las calles y terrenos, lo mismo de niños, jóvenes, o de las peñas en cualquier centro de trabajo, una esquina o una escuela, nos retornaron la presencia beisbolera en la sociedad.
Aunque la postemporada es el pináculo de cualquier Liga, la falta del calor humano en el graderío, la baja motivacional o la ausencia de la pelota en el pueblo, no pasa por la calidad del pelotero, pero sí por las cualidades del espectáculo. Este ha de concebirse, en tanto fenómeno social, como una obra holística.
Si en cada estadio, cuando hay juego, que tienen fechas programas con anticipación, se prepara –también con antelación, para asegurar– una verdadera fiesta popular, tendríamos las mismas escenas. Culturalmente, la pelota está amparada por el sentimiento de la población hacia a ella. En tal sentido, cada jornada de cualquier torneo tiene que ser una oportunidad para el disfrute.
Que en cada partido, de una u otra fase, una persona del público lance la primera bola, y otra la reciba, porque el grupo de trabajo del estadio lo escogió al azar, o en su boleto de entrada le inscriben: tú lanzas la primera pelota; si al finalizar cada tercio se hacen pruebas de habilidades para niños y niñas, de solo dos minutos, al finalizar el tercer y sexto innings, como carreras u otras; si en el estadio se crea una zona para que, al llegar el jugador preferido, pueda tomarse una foto con su seguidor; si las ofertas gastronómicas o de souvenirs, ventas de imágenes de los peloteros, o de prendas deportivas con las insignias de los equipos, son iniciativas para que haya días y noches como las vividas ahora.
Eso motiva al competidor, porque no hay nada más desmotivador, para el que va expresar sus cualidades públicamente, que una plaza vacía. La pelota no es solo del Inder o de la Comisión Nacional, aun cuando sí son rectores; ella es de cada entidad del territorio, de sus actores económicos, de sus principales autoridades, en vínculo con el sector deportivo. Si es capaz de movilizar a tanta gente, es porque hay un sentimiento popular, de arraigo, y de fidelidad, que no puede desconocerse.
Nadie les quita la responsabilidad a los que la tienen, entre otras cosas, para que los árbitros no lleguen tarde por transporte, lo cual ocurrió en varios partidos de esta Liga. Hay que asumir, con responsabilidad, mejores condiciones de alojamiento y alimentación para los peloteros, quienes pasan casi seis meses fuera de sus casas, sin ver a su familia. En la medida de las posibilidades, debe generar, mientras más calidad tenga la Liga, mayores ingresos para los protagonistas. Ellos son los que representan a esa afición, son los que entrenan, y juegan en la tarde-noche, los incomprendidos cuando se les cae una pelota, sin saber que eso está en el partido, porque no son máquinas, sino seres humanos.
La Élite, y cualquier torneo, debe revisar estos lanzamientos, para que no les falte nunca el jugador número diez, el más importante, ese que se llena de júbilo por cada carrera o victoria, y pierde la voz apoyando al equipo. Tenemos, a la vuelta de la esquina, 9 de marzo, la 63 Serie Nacional, y se estarán jugando los torneos Sub-12, Sub-15 y Sub-18. En sus terrenos debe hacerse igual, porque allí está el futuro.
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