Antes de comenzar la última jornada de la II Liga Élite, el pasado martes, veía otro partido interesante, el de Bola Viva, programa televisivo que hace que la pelota sí bote. Escuchaba las opiniones, en ráfagas, como siempre, de mis colegas Reinier González, Guillermo Hildago Gato y de Duanys Hernández, bajo la única batuta que puede controlar ese abordaje arrollador, la de Carlos Hernández Luján.
Es difícil discrepar de ellos, por sus sustentados argumentos y por el tema que trataban: la pobre calidad de un torneo que se presenta, más allá de su nombre, como el de más elevado nivel.
Ya habíamos dicho que no creemos que estos seis equipos sean inferiores a sus versiones de la 62 Serie Nacional, pues se complementaron con jugadores de la más alta talla que hay hoy. Sostenemos que ellos no pierden sus cualidades de la noche a la mañana, esas que, como recordarán, le dieron a la campaña precedente juegos de play off para clasificarse a la postemporada. Por ejemplo, Industriales celebró choques de ese tipo por casi más de un tercio, a fin de llegar a esa fase.
Pero no solo con cambiar el nombre y mantener a los mismos jugadores, incluso fortalecer a cada escuadra, se transforma en élite, superior o grande, un certamen deportivo. Ha de prepararse desde fuera del terreno, y para ello se necesita de integralidad del proceso, o lo que es lo mismo, de participación de la sociedad en su patrimonio cultural.
Para que sea realmente superior, pasa por mejores condiciones de hospedaje. Si en la Serie Nacional era categoría X, ahora tendría que ser X al cuadrado; el módulo del pelotero, incluyendo el uniforme, también exige multiplicar su calidad; también el transporte y, por supuesto, la remuneración debe ser significativamente mayor, de acuerdo con la exigencia, que se presupone doble.
La Liga tiene que trascender el juego de pelota. Si después de seleccionados los refuerzos, se hubiera convocado a la afición para que viera, ya sea en el estadio o en las principales calles de la provincia que va a representar, a los peloteros enfundarse en la camiseta del territorio, y generar un espacio para compartir con ellos, la lid se hubiera metido en el mismo pecho de los atletas y de los aficionados. Lo mismo habría que hacer con las altas que se dan en el curso de calendario, según el reglamento.
Claro está, en la evaluación de la provincia, la valoración de esta competencia tiene que ser mayor, en correspondencia con lo que es estar entre los seis mejores de Cuba.
En el estadio, y antes del juego, separados por vallas, que el público vea llegar a sus héroes, que les pidan selfies o un autógrafo envuelve a protagonistas y seguidores en un puño; en el propio recinto beisbolero debe convocarse a los actores económicos para que no falten opciones, no solo gastronómicas, sino que se tenga la oportunidad de comprar una gorra de su equipo o una de sus camisetas. Hay muchas iniciativas que pudieran desplegarse: cada dos innings o tres poner el protagonismo en las gradas, con ideas participativas, y premiarlas con algo alegórico al beisbol o al juego que se está presenciando. Así, ir al estadio se convierte en una salida de familia, como mismo escogemos otro día para ir al cine o al teatro.
De lo que se trata es de generar ese espectáculo que solo la pelota es capaz de movilizar y, entonces, el pelotero se sentirá importante, porque él es la razón de ser de todo ese andamiaje de bienestar. Encontrará la motivación.
Cuando ese ambiente se instale, con el concurso de todas las fuerzas de la provincia que está en la Liga Élite, el pelotero se dará cuenta de que no es más de lo mismo; que tiene que hacer un esfuerzo para llegar a ella, y que, si no rinde, sería baja. Entonces, nos acercaríamos a la Élite.
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Yovanis dijo:
1
7 de diciembre de 2023
07:20:56
Omar dijo:
2
7 de diciembre de 2023
10:10:53
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