«A veces, raras veces, alguna decisión del árbitro coincide con la voluntad del hincha, pero ni así consigue probar su inocencia. Los derrotados pierden por él y los victoriosos ganan a pesar de él. Coartada de todos los errores, explicación de todas las desgracias, los hinchas tendrían que inventarlo si él no existiera. Cuanto más lo odian, más lo necesitan».
Así retrató Eduardo Galeano a los que imparten justicia en el mundo deportivo. Ellos nunca aparecen en las portadas ni en los cintillos de prensa; siempre son mirados con recelo. Algunos los evalúan por el silencio de los medios. Si nadie habla del juez, lo hizo bien, ese es el precio de estos imprescindibles, quienes logran la única posición común entre los aficionados: todos lo rechazan.
En el beisbol, cuando salen al terreno son abucheados, y ellos, casi siempre de negro, cual luto por sí mismos, ni se inmutan. En las series nacionales, aficionados, periodistas y todo cubano o cubana frente a un partido es director de equipo y, al propio tiempo, árbitro.
Esta 61 Serie ha tenido varios episodios en los que ellos no la han pasado bien, con no pocas decisiones controvertidas, incluso en momentos claves del desafío; también sucedió el reprochable incidente entre Artemisa y Camagüey que llevó a 11 expulsiones.
Luis Daniel del Risco, jefe de Regla y arbitraje de la Comisión Nacional de Beisbol, asume: «Nos exigimos mucho, por eso no estamos conforme con lo hecho en lo que va de serie, que pudiera alcanzar una nota de regular, solo eso. Hemos dejado de ser previsores en algunos casos en los que podíamos evitar una situación desagradable».
Un buen arbitraje incide positivamente en el desarrollo del pelotero, en el orden de la disciplina y tácticamente, «porque el reglamento bien aplicado pasa por los fundamentos del juego», precisa Del Risco, acentuando la alta responsabilidad de esos decisores, por quienes pasan el espectáculo y la calidad de la pelota cubana.
«Un árbitro, en home, decide entre 190 y 200 lanzamientos, aproximadamente, y el margen de error es de cinco a siete envíos para que sea un buen trabajo, siempre que estos errores, o error, no incidan en el resultado del juego, pues entonces no se consideraría una buena labor», afirma.
La pelota, como nos dice el doctor en Ciencias Félix Julio Alfonso López, en su obra El juego galante, «es un juego viril», pero ha de interpretarse desde el intelecto, con la mente fría y reposada para la mejor decisión. Así podrían impedirse sucesos como el ocurrido entre Artemisa y Camagüey.
Rolando Macías, autor de una supermarca al ganar 21 desafíos consecutivos en la lid de 1968-1969, era un pelotero fogoso. En un partido peleó muy fuerte con otro estelar, Orlando Figueredo, y con ellos se liaron sus respectivos equipos: Azucareros y Orientales.
Ambos fueron suspendidos por varios juegos, y cuando se enfrentaron de nuevo, antes del primer lanzamiento, en Santiago de Cuba, «el Comandante Juan Almeida nos mandó a buscar, pero primero le pidió permiso al árbitro, pues él respetaba el orden, y de paso nos daba una lección, la primera de ese momento. Pidió que llamaran a Antonio Muñoz y a Ramón Hechevarría, los capitanes de Azucareros y Orientales. Con ellos allí, nos dijeron a mí y a Figueredo que fuéramos a escuchar a Almeida: “Hay que ser fuertes en el juego, corajudos, pero no indisciplinados; al pueblo que viene a verlos hay que entregarle lo mejor de ustedes, no lo peor; ustedes han representado dignamente al país en la arena internacional, y en la Patria hay que hacer lo mismo”». Después, recuerda Macías: «Figueredo y yo nos dimos la mano, y el público aplaudió. Estaban aplaudiendo a la Revolución».
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miguel dijo:
1
9 de marzo de 2022
14:30:12
RUSO dijo:
2
10 de marzo de 2022
06:55:03
miguel Respondió:
13 de marzo de 2022
20:32:34
Marcos Alexis Suárez Anzardo dijo:
3
11 de marzo de 2022
18:08:13
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