Matanzas.—Esta provincia, entera, parece un estadio de béisbol. En las graderías no se deja un claro, en los alrededores del parque beisbolero la sociedad yumurina, sobre todo sus jóvenes, palpita al ritmo de bolas y strikes.
Hay personas, como Elena, que cuenta cómo en su casa en Pueblo Nuevo, donde se enclava el vetusto Palmar de Junco, ya desaparecieron las desavenencias hogareñas por sintonizar en la televisión la novela o la pelota. “Yo misma no sabía ni lo que era un out, hasta busqué en el diccionario la palabra jonrón, y ahora soy la primera en entrar al estadio”, nos dijo ayer cuando se acomodaba con su camiseta roja en una de las sillas detrás del dugout de tercera base.
“Nosotros ya ganamos, somos el primer lugar en alegría, en una ciudad que se mueve, se desarrolla, donde la gente vive en armonía. Ya somos los campeones en engalanar nuestras calles y casas con creatividad, con el color rojo y amarillo, vistiéndonos de anfitriones y de amistad. Y todo eso nos lo han regalado los peloteros”, nos dijo el teniente coronel retirado Guillermo Martínez.
Y ese sentimiento se vive también en el partido de pelota, porque el jugador más importante, para el que se hace esta fiesta, el público, viste aquí como ya lo hizo Pinar del Río, las mejores galas de cortesía y respeto al rival, sin dejar de apoyar casi delirantemente a sus rojos cocodrilos.
Hay también admiración por otros equipos. En las tribunas del parque Victoria de Girón hallamos parciales santiagueros como Yonerkis o pinareños que han destacado la hospitalidad de esta provincia, lo mismo en la ciudad que en las gradas donde son rivales. Pero esta cultura de la convivencia halla expresión relevante en Marco Antonio López, quien a sus siete añitos viene con su padre al Girón; la figura paterna enfundada en su vestimenta escarlata y él todo de azul, con la I de Industriales y el número 55 a sus espaldas: “yo quiero darle la mano a Malleta y ser como él”.
Es la pelota, no os asombréis de nada, ya lo dijo la doctora Graziella Pogolotti, cuando nos recordó que es ella una de las más nítidas expresiones de nuestra identidad.
ALIET E IBARRA LANZARON POR LA ZONA
Desde el 14 de marzo pasado, cuando vio la luz esta columna, dijimos que era para aficionados, directivos, peloteros, entrenadores y hasta para nosotros los periodistas. Es decir, todo el que esté dispuesto a hacer un swing grande a favor de nuestro béisbol.
En la edición de ayer, el colega Aliet Arzola opinó que el conteo del árbitro de home en el primer desafío de esta final, Elber Ibarra, había sido regado, sin mantener un criterio estable respecto a la zona. Ibarra conversó con Granma haciéndonos saber su inconformidad con esa apreciación. “La evaluación del trabajo realizado fue muy buena, fui felicitado por mis superiores y por los propios jugadores”, afirmó el juez.
“A mí me pareció que los bateadores estaban un poco incómodos. Algunos quedaron en el home inconformes con la decisión arbitral. Este martes, antes de iniciarse el segundo juego de la final, hablé con Luis Daniel del Risco, jefe de reglas y arbitraje, y supe que los controles evaluativos del árbitro fueron muy buenos. Me dijo que de 249 decisiones, falló en nueve, lo cual le da una alta efectividad de un 96 %”, nos cuenta el joven Aliet.
Pero además, sin complejos, me aseguró: “los árbitros se equivocan, los jugadores, los directores, y nosotros, seres humanos como ellos, tampoco somos infalibles. Creo que debemos ser transparentes, eso nos da credibilidad a todos los que hacemos el swing por mejorar nuestra pelota”.
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9 de abril de 2014
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