Siempre me ha llamado la atención la idea de una sociedad que viva en completa armonía con la naturaleza. Desde pequeña admiraba a Flora –la winx de las plantas– y crecí permeada de sus ideas de «amante de los árboles». En mis trabajos prácticos de El mundo en que vivimos o de Geografía siempre buscaba caer en temas de ecología y desarrollo sostenible (por supuesto, a esa edad y en la primera década de 2000, ambos términos me eran ajenos). El tiempo pasó y en el año 2016 comencé a recibir clases de Preparación para la defensa de la Patria (como parte del currículo de asignaturas de la Escuela Formadora de Maestros). Al principio esa materia no era de mis favoritas, pero cuando llegué a la segunda unidad todo cambió: dentro del aula aprendimos a hacer vinagre casero y detergente ecológico; fue entonces que la eco-loca dentro de mí se sintió maravillada de ver cómo –con cáscaras de cítricos, maceradas durante 30 días– podíamos producir algo tan útil como líquido para lavar vajillas. Por razones que hasta el sol de hoy no me han quedado claras, hubo que parar de dar aquellas clases y cuando volvimos a ellas, ya tocaba aprender sobre los símbolos patrios. Después de eso, nunca más he pasado por una forma de educación en la que te enseñen a producir desde el hogar. Por suerte las redes sociales (principalmente Pinterest) me han servido como puente entre estos temas y yo. Cada click me ha llevado a algo nuevo y mi sed de conocimiento solo crece con internet y la manera en la que pone tanta información a nuestro alcance. También me he nutrido de números viejos de la revista científico-popular Energía y tú (al menos en las bibliotecas escolares puedes encontrar varios ejemplares y realmente la recomiendo).
Hace poco estaba hablando en mi casa sobre los retos que tenemos actualmente en Cuba. En mi opinión, la crisis de la pandemia –en conjunto con los problemas de siempre– ha dejado claro tres puntos flacos en nuestro sistema: el acceso a medicamentos, el acceso a productos alimenticios y la relación escuela-casa. Es obvio que estamos en una situación muy compleja y que se han tomado decisiones difíciles (como la de priorizar la producción de vacunas gratuitas contra la COVID-19 por encima de la producción de medicamentos para comercializar en farmacias), pero eso no significa que no podamos hallar solución a los conflictos que vienen junto con dichas decisiones. En mi opinión, la respuesta está en recuperar sistemas olvidados y usar lo único que ni cuesta, ni ocupa espacio: el conocimiento.
A menudo me pregunto ¿por qué?, ¿por qué no hay pequeños cursos o talleres donde se enseñe cómo usar hojas de guayaba para hacer talcos o pomos plásticos para hacer eco-ladrillos? Todas estas labores se pueden realizar desde la base o ¿dónde es la labor de los CDR?, ¿qué mejor manera que esta de defender nuestra supervivencia y de ayudar al país? Y ¿por qué no enriquecer el trabajo de la FMC?, ¿cuándo no han estado las mujeres cubanas al frente de todas las causas justas y necesarias?, ¿acaso no es una de las funciones de los delegados del Poder Popular identificar y potenciar las fortalezas de los territorios? Cada portal y cada esquina pueden ser hogar de una Escuelita del Barrio (se aceptan propuestas, de nombres más originales), y en esa escuelita se puede comenzar una transformación real, una verdadera revolución de las que suceden de adentro hacia afuera. No tiene que ser de asistencia obligatoria ni mucho menos: las puertas están abiertas para los que quieran, los que sientan una necesidad real de acercarse a este tipo de conocimiento y de utilizar lo aprendido; una escuela cuyo alcance no tiene que limitarse al tamaño de la cuadra porque puede incluir mucho más. Por ejemplo, los círculos de interés en nuestras escuelas pudieran hacer proyectos conjuntos con los CDR, la FMC y el Poder Popular para trabajos que ayuden a la comunidad; o, al revés, estas organizaciones podrían acercarse a la escuela y proponer estos círculos de interés en los cuales sean padres y vecinos los que apoyen en esta preparación. Imaginen lo útil que sería saber una receta para hacer jabón de lavar casero a partir de aceite de cocina usado, conocer cómo hacer macetas auto-regables y sembrar desde casa, cómo reciclar el papel, cómo hacer un deshidratador para especias y vegetales, maneras de ahorrar agua, cómo usar los cartones del huevo para hacer germinadores y base de composta, aprender a reutilizar botellas plásticas y gomas para hacer toldos.
La sabiduría popular indica que se salva verdaderamente al hombre cuando se le enseña a pescar. Las posibilidades son infinitas si solo nos planteamos cambiar la manera en la que todo se ha hecho. Somos un país del Tercer Mundo, subdesarrollado y bloqueado; lo único que definitivamente nos queda, que no nos pueden quitar y que debemos defender –hasta con los dientes, como dice mi padre– es nuestra creatividad.
Las organizaciones de base deben encontrar formas nuevas y útiles de llegar al pueblo. Hay que identificar los problemas y luchar por darles solución. En mi humilde opinión como ciudadana –que, obviamente, no tiene todos los datos–, la Escuelita del Barrio sería una forma fresca de reacercar las organizaciones al pueblo y sus problemas más urgentes en estos tiempos de crisis.
COMENTAR
Lizet dijo:
1
17 de noviembre de 2021
22:43:18
Responder comentario