La esperada promulgación, por el Consejo de Estado, del decreto-ley sobre el bienestar animal, implica un cúmulo de acciones que, además de velar, por el cumplimiento expreso de cómo debemos relacionarnos con los animales en nuestro país, constituye un paso decisivo a favor del comportamiento al respecto por parte de las generaciones futuras.
Si bien es cierto que la conocida frase de conquistar la naturaleza resulta un verdadero anacronismo en pleno siglo xxi, apenas estamos en los prolegómenos de valoraciones de carácter ético y de principios morales cuya consecución determina el perentorio reclamo de alcanzar el debido equilibrio entre la biodiversidad que habita el mundo entero. Angustia profundamente reconocer el hecho de que la especie, capaz de colocar avanzados equipos de investigación en el suelo marciano, sea la misma que, desde una aberrante posición de poder, haya contribuido con la salvaje depredación del medioambiente hasta el punto de poner en riesgo, no solo la supervivencia del propio homo sapiens, sino también la consiguiente extinción de infinidad de animales y plantas.
Ante tan lamentable realidad, como responsables del cuidado de nuestra morada común, estamos en la obligación de preocuparnos por las comunidades de otras tantas criaturas que nos acompañan. De ahí que la aparición de este decreto-ley al que hacemos referencia, sea asimilado, sobre todo, como un llamado a la oportuna meditación, para no extraviar sentimientos de compasión, amabilidad y amor hacia los animales, imprescindible enfoque humanista en las actuales coyunturas donde la crueldad del hombre ha rebasado límites inimaginables tiempos atrás, y son lamentables las consecuencias de una cínica indiferencia en la percepción del derecho a las múltiples esencias de la vida en su conjunto.
En una interminable relación de nombres, encontramos a Frank Kafka y Edgar Allan Poe, al científico Albert Einstein o al líder Benito Juárez, al músico Paul McCartney, entre tantas otras personalidades que abogaron por una afectiva reinterpretación del respeto que le debemos al reino animal. Se trata de indagar hondo en el alma de cada uno de nosotros, para enorgullecernos, como seres humanos que honramos nuestros deberes con el bienestar del planeta Tierra.
Por pequeñas que pudieran parecernos las acciones individuales con los animales que tenemos cerca, estas inciden en la noble aspiración de llegar a ser considerados como ciudadanos ecológicos, cuyo favorable saldo hará de nosotros mejores mujeres y hombres.
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Yo dijo:
1
17 de febrero de 2021
08:42:00
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