
TORONTO.—Detrás del éxito de un deportista siempre habrá el amor, la comprensión y la solidaridad de su entrenador junto al equipo multidisciplinario compuesto por el médico, el fisioterapeuta, los sicólogos y cuantos velan por la vida del atleta.
Es imposible pensar en la relevante actuación del gimnasta Manrique Larduet desligada del cariño y apoyo que recibió de su guía Carlos Gil, un joven de 30 años que allá en su natal Villa Clara, a los 16 años, vio trunca su carrera en este deporte, debido a una lesión.
En la euforia del éxito de este miércoles, sus primeras palabras fueron para agradecer a quienes en Cuba –junto a él—han cuidado de Manrique, de Randy Lerú, Alberto Leyva y tantos otros de los elencos varonil y de mujeres. “Tengo la responsabilidad de educarlos, prepararlos para el deporte y principalmente para su vida futura; Larduet está junto a mi desde los nueve años, para convertirse hoy en el reflejo del compromiso que hice ante mis padres, de que si una lesión me cambió el futuro como gimnasta, lo daría todo por intentar sacar a este deporte de los 12 años en que no ganó una medalla en Juegos Panamericanos”, afirmó Gil.
“Vamos a seguir adelante, ya competimos en igualdad de condiciones con campeones olímpicos y mundiales que han accedido a una maestría en el ámbito internacional. Este resultado de Toronto servirá de base para en el cercano Campeonato Mundial obtener plazas para los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro 2016”, agregó.
Las imágenes de Gil abrazado a sus muchachos cada vez que concluían una selección en algún aparato se repitieron también en un lugar lejano a la sala de gimnasia. Evidio González, y todo su colectivo técnico, disfrutó, abrazó y besó a sus alumnos en la pista de canotaje de Aguas Tranquilas, escenario de la destacada faena que dio a los cubanos el primer lugar por países.
Serán estos los pasajes pioneros de muchos más similares que enaltecerán a los nuestros en la fiesta panamericana, vistos una y otra vez en distintos deportes, individuales y colectivos.
“Se sufre para alcanzar una medalla, por eso no me apena que me vean llorar si abrazo a mis muchachos, porque es de felicidad. Y cuando suben al podio de premiaciones, vibro al escuchar el himno. Por favor, no deje de mencionar en su nota a nuestros médicos, a todos los que nos trajeron hasta aquí, porque se los agradezco de todo corazón”, concluyó Gil.



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