ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA

Conmovedora debió resultar para José Martí la dicotomía entre el amor de madre y el amor de patria. Deslindar ambos sentimientos lo envolvería en una angustia interminable: por un lado, la madre –abrumada por sus miedos– le recuerda que todo el que se mete a redentor termina crucificado; por otra, su vocación de mártir, dispuesto a liberar por siempre al ser Homagno que vive dentro de sus esencias de hombre.

Así, bajo ese estrujón de emociones, llegó para él la fecha decisiva del día 25 de marzo de 1895. Luego de rubricar, junto al refrendo del generalísimo, el Manifiesto de Montecristi, se daba a conocer, a los ojos del mundo, una de las más hermosas proclamas redactadas con todos y para el bien de una isla que desbordaba sus aspiraciones libertarias más allá de sus costas y alcanzaba, igualmente, las tierras labradas por las manos nobles del indio americano, del negro, del campesino y del intelectual honrado y generoso.

Martí sintió que no tenía el derecho de retornar al país por los senderos de la manigua irredenta, sin antes escribir a su madre aquella carta donde se reconciliaba con su amor y por extensión con la familia toda: «Abrace a mis hermanas, y a sus compañeros. ¡Ojalá pueda algún día verlos a todos a mi alrededor, contentos de mí! Y entonces sí que cuidaré yo de Vd. con mimo y con orgullo. Ahora, bendígame…»; carta que hizo exclamar a don Miguel de Unamuno, conmovido por la lealtad filial, sus elogios ante un texto que se alzaba entre lo mejor de la literatura en lengua española que ojos humanos hubiesen leído.

Redactaría, además, en esa misma jornada, un pliego lleno de ternura, consejos paternales y pedagógicos a las hijas de Carmen Miyares y otro para el dominicano Federico Henríquez Carvajal, considerados como testamentos pedagógico y político, respectivamente, pues en uno iba el alma del maestro y en el otro, el político versado y universal.

Y qué orgullo ante el soldado ceñido a la estrella cuando confiesa al mundo ante la desesperación de la madre: «Vd. se duele, en la cólera de su amor, del sacrificio de mi vida; y ¿por qué nací de Vd. con una vida que ama el sacrificio?».

Ante la grandeza del hombre –que declaró, despojado de cualquier presunción, que el deber de un hombre estaba allí, donde era más útil y que, además, alzaría el mundo, pero su único deseo sería pegarse allí, al último tronco, al último peleador: morir callado–, levantemos los cubanos de hoy su hondo sentido de Patria y sigamos luchando por ella.

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Elaine Guimarais dijo:

1

24 de marzo de 2021

15:03:28


Cuba atesora en su existencia como Nación grandes hombres y mujeres, pero sin lugar a dudas para mí, es José Martí el mayor de todos. 42 años terrenales, sólo 42 años vivió y cuándo lo busco parece, en sensibilidad, responsabilidad, asertividad y amor, haber vivido 100 años!!. Gracias Escritor por llevarme de nuevo a nuestro Martí.