ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA

Porque morir por la patria fue la razón de su vida, aquel 20 de octubre cruzó, tranquilamente, la pierna sobre el caballo, y viendo al pueblo de Bayamo enardecido, se reconoció en la multitud. Solo puso en el papel lo que ya había escrito antes, la letra para su música guerrera, cuya hora de sonar, como clarín, llegaba:  ¡Al combate, corred…!

Porque es el mismo pueblo, desde ayer hasta hoy, el coro de aquel día se hizo el himno que Cuba cantaría en sus horas graves: «No temáis una muerte gloriosa / Que morir por la patria es vivir».

Así firmó Perucho Figueredo su legado, para la historia. El autor del que luego fuera el Himno Nacional cubano, abogado y conspirador independentista, había nacido el 18 de febrero de 1818, hace 203 años. Por sus dotes artísticas y literarias, de adolescente lo apodaban «El gallito bayamés». En 1838 se graduó de bachiller en Filosofía. Viajó a Barcelona a estudiar Derecho y cursó clases de piano, hasta que en 1842 se graduó de abogado. Después se trasladó a Madrid, para revalidar su título en la Universidad Central, y recorrió varios países de Europa.

En 1844 solicitó, a la Real Audiencia de Puerto Príncipe, el reconocimiento de su título de abogado, mientras su padre, regidor, alcalde y mayor provincial, le otorgó poder general para que lo representara en todos los pleitos. Cuatro años después fue nombrado alcalde ordinario segundo de Bayamo.

En esa ciudad fundó, en 1851, junto a Carlos Manuel de Céspedes, la Sociedad Filarmónica, centro cultural bayamés que agrupaba a intelectuales de la región, como Juan Clemente Zenea, José Fornaris, José Joaquín Palma y José María Izaguirre. Al año siguiente de fundada esta institución, ya figuró en un listado de sospechosos por infidelidad al gobierno español y, ante el peligro de ser deportado, se vio obligado a trasladarse hacia La Habana.

En 1858 regresó a Bayamo, con su familia, y tres años después sufrió prisión domiciliar durante 14 meses, por un escrito publicado. Encerrado en su casa, estudió táctica militar, escribió artículos sobre costumbres cubanas, y en 1867 se integró a la logia Redención, presidida por Francisco Vicente Aguilera.

Su casa fue el centro principal de la conspiración independentista en la región oriental. El 14 de agosto de 1867 se realizó en ella una reunión secreta en la que se formó el Comité Revolucionario de Bayamo, el cual integró como vocal. Ese día escribió la letra de la marcha guerrera La Bayamesa, que se convertiría en el Himno Nacional de Cuba.

El 3 de mayo de 1868 le entregó la marcha al músico Manuel Muñoz (1813-1895), director de la orquesta de la Iglesia Mayor, para que hiciera la instrumentación. Al mes siguiente se interpretó, en presencia del gobernador de la ciudad y de otras autoridades españolas, durante las celebraciones de la fiesta religiosa del Corpus Christi.

Un imprevisto motivó que la fecha de alzamiento, acordada previamente por Carlos Manuel de Céspedes y sus seguidores para el día 14, se adelantara, y el 10 de octubre de 1868 se produjo el alzamiento de La Demajagua, dando inicio a la guerra de independencia contra España.

Al recibir la inesperada noticia del alzamiento de Céspedes, Perucho organizó, junto con Maceo Osorio y Donato del Mármol, a los conspiradores de Bayamo. El 12 de octubre, después de sucedido el revés de Yara por las fuerzas cubanas, y decidida la toma de la ciudad de Bayamo, recibió un mensaje de Céspedes en el cual le informaba que se dirigía con el general dominicano Luis Marcano rumbo a la zona de Barranca.

En el ingenio Las Mangas, Perucho se reunió con 32 hombres armados y, al día siguiente, luego de rechazar las peticiones de paz de las autoridades españolas, dirigió una proclama al pueblo bayamés, en la cual lo llamaba a la incorporación a la lucha.

El 15 de octubre de 1868 se entrevistó con Céspedes en Barranca y, junto al General Marcano, organizó la toma de Bayamo. Canducha Figueredo, su hija de 17 años de edad, fue designada como abanderada de la tropa. El 20 de octubre se derrotó la guarnición española de la ciudad y los rebeldes la tomaron. El pueblo, alrededor de la plaza de la Iglesia Mayor, pidió a Perucho la letra de la marcha guerrera, la cual dio a conocer, montado en su caballo.

Al formarse el Gobierno Provisional en Bayamo, fue nombrado jefe del Estado Mayor, y el 6 de noviembre publicó, en el periódico El Cubano Libre, un artículo en el cual se calificaba de conspirador privado y público contra el colonialismo español. El 11 de abril de 1869, en la Asamblea de Guáimaro, fue designado Subsecretario de Guerra del Primer Gobierno de la República en Armas, con el grado de Mayor General. También se desempeñó como jefe de despacho del presidente Carlos Manuel de Céspedes.

El 18 de diciembre de 1869 renunció a la subsecretaría de Guerra por estar en desacuerdo con la destitución del general en jefe, mayor general Manuel de Quesada, y aunque Céspedes no la aceptó, se desentendió de la misma. A mediados del año siguiente, Perucho enfermó de fiebre tifoidea.

Deteriorada su salud, cayó prisionero de los españoles el 12 de agosto de 1870, en la finca Santa Rosa de Cabaniguao, en Las Tunas. Conducido a Santiago de Cuba, fue fusilado cinco días más tarde, a la edad de 52 años.

Arrancada su vida, quedó el canto en los labios de la patria, para que así lo entonaran quienes marcharan, en lo adelante, por su defensa. Así pasó enseguida, en las guerras de mambises al machete; así pasó después, en la de fusil y sierra, y así está pasando ahora, cuando el verso viril de Bayamo responde a mequetrefes mercenarios que ultrajan la tierra nuestra: Morir por la patria es vivir.

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