
Nada detiene el fragor creativo de Alfredo Sosabravo. Ni la edad, que en su caso viene a ser acumulación de experiencia y maestría depurada, ni las restricciones sanitarias de esta época. Al completar nueve décadas de vida –nació el 25 de octubre de 1930 en Sagua la Grande– continúa inventando formas y explotando colores en el estudio de su casa en Playa, donde concibe nuevas variaciones de sus imágenes transidas de vitalidad, humor y alegorías.
Con la dedicatoria tributada por las recientes jornadas por el Día de la Cultura Cubana se reconoció una obra prominente y referencial en la contemporaneidad de las artes visuales. Basta un golpe de vista para saber que estamos ante Sosabravo. Su huella impacta por igual al experto y al iniciado, a los que siguen sus realizaciones y al que, azarosamente, lo descubre. Asombra la manera en que el artista se apropia de los más diversos soportes para empinarse: la pintura, el grabado, la escultura, el dibujo, la cerámica.

Dos impulsos marcaron su iniciación. Radicado ya en La Habana, un día de 1941 vio un cuadro de Wifredo Lam en una caseta del Parque Central. Recibió en ese momento la primera noción de las vanguardias del siglo XX por parte de un artista sagüero como él. Años más tarde, en 1957, conoció a Ángel Acosta León, notable creador prematuramente desaparecido, quien lo guio en el oficio de pintar. Valió, claro está, su paso fugaz por la Academia de Artes Aplicadas adjunta a San Alejandro, pero fue la revelación de su mundo interior y el empeño en dominar las claves para su plasmación, lo que determinó la ascensión a los primeros planos de la creación.
En 1964 expone Metamorfosis, en Galería Habana, con pinturas agrupadas en series temáticas. Un año después trabaja sus primeras litografías en el Taller Experimental de Gráfica de la Plaza de la Catedral, y en 1967 la Casa de las Américas, en su evento de grabado continental, lo distingue. Se inicia en la técnica de la cerámica en el taller Cubartesanía de Cubanacán. Litografía y cerámica llenan durante años su quehacer artístico, desplazando temporalmente a la pintura. En dos importantes muestras internacionales de cerámica irrumpe convincente: la ii Bienal Internacional de Cerámica de Arte de Vallauris, Francia, y el XXVIII Concurso Internacional de la Cerámica de Arte Contemporánea de Faenza, Italia. En el año 1997, el artista recibió el Premio Nacional de Artes Plásticas.
Desde entonces la maestría de Sosabravo no se discute y sus obras van y vienen, les dan sentido a sus incursiones en exposiciones colectivas y personales, y dimensionan un legado visual de altísima jerarquía, avalado en colecciones públicas y privadas de más de 30 países, entre las que se hallan el Museo Nacional de Bellas Artes y el Museo Nacional de la Cerámica.
Desprovisto de vanidad, de trato afable y evidente vocación de servicio, transcurren los días de Sosabravo, quien afirma pensar en los demás cuando crea: «Si a otros resulta útil lo que hago, me siento feliz».



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Lucía dijo:
1
9 de diciembre de 2020
09:33:34
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