Eusebio, tenías el don de hacernos creer que todo era posible y fue así que te conocí. Un día cruzabas la Plaza de Armas con tu paso urgente, todavía no sabía realmente quién eras. Esa es mi primera imagen tuya. Te vi por años, cada día, cómo hacer verdad un acto supremo de fe y de amor. Ni en aquellas horas de infortunio para ti y para otros dejaste de soñar.
Íbamos a «pegarle la gorra» a Aida Santamaría. Allí oíamos a Pablo, Noel y Silvio y vivimos juntos aquel momento de confrontación entre lo revolucionario-creativo y el dogmatismo paralizante. Tú nos contaste tu encuentro con Haydée en la entrada de la Casa de las Américas…«llovía esa mañana y cuando escuchó todo lo que le dije golpeó con su sombrilla el suelo y me dijo: Yo fui al Moncada para que estas cosas no volvieran a pasar nunca en Cuba». Ella y tú nos salvaron de no pocas incomprensiones. Nació una gran amistad. Aprendí a no deponer las armas como siempre me recomendabas. Te vi defender centavo a centavo, ladrillo a ladrillo, la obra del Centro histórico. Sabías que no se trataba solo de casas o de museos y eso era esencial, era, es, elevar a la categoría de seres humanos a hombres y mujeres. Rememoro el día que Fidel te pidió ayudar financieramente a la reparación de las Escuelas de Arte. Argumentaste hasta el infinito y perdiste ese día, pero no te rendiste.
Ya no te veré. Pero oiré tus nuevos empeños o cómo estás enamorado otra vez. Sé que estarás y hoy es suficiente para mí, mi querido amigo.
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Benjamin Berdion M. dijo:
1
3 de agosto de 2020
12:03:56
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