«No hay Patria sin virtud».
Padre Félix Varela.
Al terminar de leer la última línea de mi artículo anterior volví a repasar con la vista el texto, puse el link en mi muro de Facebook y apagué la pantalla.
Hablaba de la manipulación mediática de la pandemia de la
covid-19 y las leyes existentes en varios países para condenarla. Tomando en cuenta que, como parte de una incesante guerra mediática en internet dirigida contra Cuba, el uso de fake news y de contenidos sobre una base real, pero con una presentación malintencionada, tuvo sin escrúpulos desde la aparición misma de los primeros casos una evidente intencionalidad política.
Surgió a partir de una discusión con una amiga, en la que esta sostenía que Cuba era el único país en que existía alguna legislación relacionada con la circulación de contenidos en la red. La duda razonable y la idea de ayudarla a informarse mejor me empujaron a hacer una búsqueda en Google. Cuando me cansé de seguir buscando ya había encontrado ejemplos de 14 países.
No puedo recordar con exactitud qué tiempo transcurrió cuando volví a abrir mi Facebook. ¿Una hora? ¿Dos? Con sorpresa vi que había nada menos que 34 comentarios. Leí los cuatro primeros, eran de amigos. Los otros 30 eran otra cosa. Comencé a pasar el dedo por la pantalla del celular y aparecieron uno tras otro los insultos; no solo hacia mí y al contenido del artículo, sino contra los amigos y lectores que lo habían comentado.
Amenazas proferidas desde fuera de Cuba, por perfiles impersonales, unos sin rostro, otros con él. Ofensas de todo tipo, repetidas, celebradas, aplaudidas. Menciones a mi madre, exhortaciones a que otros me insultaran también, presentado mi perfil de Facebook para que fuera más fácil identificarme, sin que los detuviera el hecho de que en la foto aparezco con mi hija. Por el contrario, la imagen se volvió objeto de la ira de algunos en la turba, varios con posibilidad de ser sometidos judicialmente por injuria o amenaza. Pasé la siguiente media hora borrando comentarios obscenos y bloqueando perfiles.
Un usuario de Facebook, con nombre y apellidos similares al mío, tuvo que poner una aclaración en su muro diciendo que él no había publicado ningún artículo en un periódico. Tal vez lo único que lamento en todo esto sea que una persona ajena a mis actos se haya visto necesitada de hacer eso.
¿Qué defienden los que insultan? ¿Qué noble propósito enarbolan? Ninguna causa justa pudiera ser comprendida, y menos defendida por quienes practican el odio de esa forma. Difícilmente en Cuba, si llegara a ocurrir un día, como tanto anhelan, la caída del socialismo, pudiéramos esperar a recibir un ápice de tolerancia o libertad de quienes en las redes practican el dogma del insulto y el fundamentalismo de la amenaza. Muy reciente está el ejemplo de Bolivia.
Se ha vuelto habitual cubrir de ofensas a todo el que en las redes sociales se pronuncie contra el bloqueo económico, que mencione algo bueno logrado por el socialismo en Cuba o que exprese públicamente una identificación con la Revolución. Para él o ella, rápidamente se dicta la sentencia del linchamiento, con más saña cuando se trata de figuras conocidas, como les ha ocurrido a músicos, actores, intelectuales o deportistas.
Los que así proceden, imponiendo la desproporción de su facilidad de acceso a internet, en su mayoría desde fuera de Cuba, pretenden erigirse dueños de ella, y construir así un reflejo artificial de mayoría, frente al que se atemorice todo aquel que no se atreva a romper esa «espiral del silencio».
La Espiral del silencio es una teoría elaborada por la politóloga alemana Elisabeth Noelle-Neumann, en su libro Opinión pública: nuestra piel social, publicada en 1977. Plantea que la mayor parte de las personas, al expresar sus opiniones, lo hacen bajo la influencia de las ideas dominantes, manteniéndose sometidos ante la corriente de opinión, que se muestre como mayoritaria y se cohíben de emitir un criterio divergente.
Crear la impresión en las redes sociales de que esa opinión supuestamente mayoritaria es expresarse en contra de la Revolución, y atemorizar a todo el que se atreva a hacerlo a favor, es la función de esa maquinaria de insultos y amenazas. Para eso la usan. Pero hay más miedo dentro de ella que entre aquellos a los que les ha tocado enfrentarla. No hay miedo donde hay honra.


                    
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alfredo dijo:
1
27 de abril de 2020
12:49:00
Francisca Respondió:
27 de abril de 2020
15:13:09
César Gómez dijo:
2
27 de abril de 2020
15:53:24
Víctor Larrea narvaez dijo:
3
27 de abril de 2020
22:23:58
David dijo:
4
29 de abril de 2020
15:11:47
jorge Orlando Bebert Rivero dijo:
5
6 de mayo de 2020
14:00:13
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