ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA

Hay una frase de Shakespeare, en La tragedia de Macbeth, que a algunos les ajusta como traje de buzo: «Mira que el diablo nos engaña con la verdad».

Son personas que siempre están a la caza del error ajeno para sentirse realizados. Jamás se les escapa uno. Gozan de un instinto especial para detectarlos, y una vez que lo encuentran, empujan a tales límites, que imposibilitan cualquier otra argumentación o trámite razonable. Como decía Lenin: «Rasga la piel de un extremista y hallarás un oportunista».

Desde luego, más que válido, resulta adecuado criticar cualquier problema que nos afecte. No hay debate que merezca una sola opinión; impensable es una cultura sin diálogo, sin que a ella tributen miradas diferentes. Pero la crítica, como acción productiva del intelecto, debe ser fundada, razonada, y necesariamente analítica, porque su fin no es el duro escarmiento, sino la ganancia colectiva. Inmoral es presentar hechos sin mencionar sus causas, o colocarlos fuera del contexto que les da origen.

¿Cómo saber que estás frente a un manipulador y no de un crítico honesto? Hay dos maneras. La primera es tener en cuenta un dicho que aprendí en mi niñez: Carrera de mulo para en trote. Así uno lo va observando a lo largo del tiempo, y al verlo repetir una y otra vez el mismo recurso, puedes determinar cuál es su verdadero objetivo.

Vas viendo que practican una tóxica percepción selectiva de las cosas. Nunca atienden al conjunto, solo al detalle que le interesa demoler. Para justificar su actitud, suelen llamarse radicales; pero no lo son porque esa postura significaría llegar a la raíz de las cosas, y ellos son superficiales; dogmáticos que ignoran el significado de las palabras justeza, mesura, equilibrio. Para ellos no hay más Evangelio que el Apocalipsis.

La otra manera de detectarlo es atender al grupito que le rodea. Verás que uno da la señal, y los demás hacen el coro. Son buitres que se reúnen para volar sobre el vasto paisaje, pero no para mirar lo mucho de bello que hay debajo; solo tendrán olfato para la carroña. 

Así van estos pájaros de cuenta como antípodas de Martí, quien con su vida y obra nos enseñó que «criticar, no es morder, ni tenacear, ni clavar en la áspera picota; no es consagrarse impíamente a escudriñar con miradas avaras en la obra bella los lunares y manchas que la afean; es señalar con noble intento el lunar negro, y desvanecer con mano piadosa la sombra que oscurece la obra bella».

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