Cuando vi la dedicatoria que me estampó el escritor Manuel Rivas en su libro El lápiz del carpintero —presentado hace algunos años en nuestro país—, supe que más que recibir una firma cortés, el mensaje me adiestraba para saber que ningún mal llega para quedarse eternamente.
“¡Siempre y más allá… recomenzar!”, leía una y otra vez sin saber por qué en lugar de los afectos y cariños que suelen escribirse para la ocasión, el autor gallego me habría compartido semejante razonamiento, que guardo como estrategia sanadora para usarla cuando se impone partir de cero, porque chapotear en lo que no funciona solo acrecienta la desventura.
Tatuada ya en mi memoria, la sentencia no me abandona, o mejor, la arrastro conmigo; no como un peso que cuesta llevar sobre los hombros, sino como esa luz salvadora que te da, cuando hace falta, dos palmadas en la espalda y te invita a no claudicar y a confiar en tus propias fuerzas, a veces dormidas o tan ocultas que hasta es posible ignorar su existencia.
La agudísima palabra, más por su sagacidad que por la regla de acentuación a la que se aviene, con ese “re” estimulante que convida al examen, suena dulce cuando después del dolor se despeja el horizonte y sientes que ya gemiste lo suficiente; inequívoca, cuando al explorar lo sucedido se impone no mirar atrás; altiva, cuando su propia esencia acaricia otra coyuntura.
El constante replanteo de la vida se erige como una de esas verdades de las que cada uno es un ejemplo. Para su provecho la gente se prepara, avanza, estudia, trabaja, emprende un proyecto… Si bien la resistencia al cambio nos somete, como mecanismo de defensa frente a otras perspectivas, por temor a no de-sempeñarnos en las nuevas empresas como lo hacemos en las aguas que habitamos, también es cierto que la decisión nos puede reservar alegrías insospechadas al descubrir destrezas y vocaciones hasta entonces impensables.
Acatar nuevos retos y convertirlos en triunfos no son solo los pasos de un entusiasmo que un buen día se dispuso a andar. Significa una alta dosis de responsabilidad y la entrega en cuerpo y alma a prácticas que están tras una puerta cuyo umbral se pisa más firme mientras mayor sea la autoexigencia que uno se impone para cruzarlo.
Un recomienzo de tipo escalonado, como estos de emprender otros rumbos, para los que de algo te sirven los saberes acumulados, puede resultar difícil; pero si es ya una decisión, vale la pena echar la suerte, incluso siendo favorable el presente. Sin embargo, hacer borrón y cuenta nueva tiene otras veces el sabor amargo del error, que cuesta arrancárselo no siempre con éxito.
Los giros del vivir pueden ser impredecibles, e inadvertidos, si la venda en los ojos de las más hondas emociones nos impide ver indicios que están en nuestras propias narices, y solo reconocemos cuando la verdad que ignorábamos se devela.
Cuando darlo todo no fue suficiente; cuando las palabras que escribiste o dijiste, más con tu propia fibra que con los códigos de tu idioma, se las llevó el viento; cuando todo lo que fue no es, por las razones que sean, de nada sirve aferrarse a la farsa. Cuando tu brillo no sea la luz que al otro encienda, cuando para aquel por quien allanarías montañas para hacerle fácil el camino seas la nada, tendrás que recomenzar.
Incluso cuando viviste la maravilla, cuando protagonizaste una verdad que el tiempo cambió, o cuando presa de la dialéctica que nos posee ya no eres quien o lo que fuiste, tendrás que echarle mano a la palabra, tan mágica como resuelta, tan exhortadora, que si la aceptas tocará tus sentidos, tomará tu mano y te invitará a salir con ella a la nueva escena en la que tendrás que actuar.
Si tras el absurdo se recomienza, pasarán los días terribles que serán después solo un mal recuerdo del que tal vez te rías. ¡Claro que cuesta!, pero se puede. No la incorpores a tu diccionario como la última opción que te quedó tras el caos, sino como una compañera necesaria que te hará más fuerte, como esa pócima que te ayudará a despedirte de lo que te dolió hondo y no pudo ser. Solo ella hará que entiendas, cuando amanezca tu larga noche, que no era para tanto.


 
                    
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OrlandoB dijo:
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