
Al tema (la recogida de basura) había renunciado, pero una imagen vista hace unos días, y de la cual hay testigos, me devolvió al asunto con la fuerza de un guantazo surrealista.
Una cuadrilla de recogedores de basura, tal si caminaran por un campo minado (en punta de pie y tratando de no perder el equilibro), recogía solo desechos, montones de ellos, sobre un largo promontorio conformado por restos de ladrillos, piedras, escombros de todo tipo provenientes de las obras que se acometen en el barrio en función de mejorar las viviendas, agrandarlas, o, ¡bendita posibilidad!, construir una nueva.
Al lugar se le conoce por “la esquina de la vergüenza” y está en Luz y Reyes, en Lawton, a unas cinco cuadras de la Calzada de Diez de Octubre (aunque también pueden encontrarse en la zona otras esquinas no menos perturbadoras).
Lo de “esquina de la vergüenza” se debe a que la céntrica intersección pasa una y otra vez de la limpieza absoluta al caos del basurero más inimaginable, pues es tanto el escombro que suele acumularse allí, contaminado con la basura, que en el momento de escribir estas líneas apenas puede transitar un vehículo por la calle Luz y, dentro de poco, ni una motocicleta.
Este ir de la limpieza momentánea a la inmundicia más perdurable ha provocado que no sean pocos los que comiencen a aceptar el paisaje como si de un cambio de estaciones se tratara, en especial los que botan los escombros con una impunidad pasmosa —nada de ir con un cubito, mirar de izquierda a derecha por aquello de que “si me ven”, no señor—, carretillas enteras que van y vienen dejando apreciar la felicidad de los que están resolviendo “su problema”.
Me detuve entonces a contemplar a los recogedores de basura, interesados solo en limpiar la zona de los desechos “normales”, y creí percibir en sus movimientos un acto de feliz protesta, algo así como “los escombros no nos corresponden”.
Y tienen razón.
Mirando las casas de la zona, construidas hace ya bastantes años, me vino la interrogante: ¿Y los escombros dónde los botarían?
Hoy sé que si le pregunto a uno de los que van y vienen con sus carretillas me va a contestar con una mezcla de víctima aplastada por la impotencia: ¿Y en qué lugar los arrojo?
Pagar por un saco de cemento, arena y ladrillos está bien, pero ¿pagar, o hacer alguna gestión para deshacerme de lo que ya no me sirve y solo afecta a los otros?
Además, en algún momento vendrá un carro del Estado y resolverá el problema.
La costumbre puede ser una fuerza devastadora, no hay que dudarlo, y mientras tanto, siguen proliferando las imágenes surrealistas en esas esquinas de la vergüenza.
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Tati dijo:
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19 de marzo de 2015
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fernando lopez dijo:
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20 de marzo de 2015
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Lopez Oliva, Manuel dijo:
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20 de marzo de 2015
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capitalinadeapie dijo:
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20 de marzo de 2015
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ACANDA dijo:
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20 de marzo de 2015
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rebeca dijo:
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21 de marzo de 2015
08:56:52
Antonio J. Amrtínez Fuentes dijo:
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21 de marzo de 2015
19:41:03
Herminia Casas dijo:
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23 de marzo de 2015
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Tapir dijo:
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JoseL dijo:
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Rafael Loopez-Chavez dijo:
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rolando dijo:
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Modesto dijo:
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nany dijo:
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Francisco dijo:
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MercyLaTecla dijo:
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28 de marzo de 2015
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ACANDA II PARTE dijo:
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30 de marzo de 2015
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