ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA
Carteles de guerra soviéticos Foto: Sputnik

En febrero de 1917 es «derrocado» el zarismo, iciando al Gobierno Provisional y en conjunto una república democrática burguesa. Era el momento de proclamarse ideológicamente y políticamente al lado de quién estaría la burguesía rusa: si del lado de las masas o del lado de la vieja aristocracia.

Finalmente, decidió por esta última, dado su aparato represivo, métodos y estilos del ejercicio del poder.

Lenin, desde el exterior, llamó la atención sobre el asunto, y hasta su regreso a Rusia, en abril de 1917, esclareció cuál debía ser el papel de la clase obrera organizada en los soviets. Debía esperarse el momento preciso, ni un minuto antes, ni uno después. En abril de 1917 se presentaban las condiciones: ni los de arriba podían ni los de abajo querían. Se lanza entonces la consigna: «¡Todo el poder a los soviets!» para finalizar la dualidad de poderes.

Con esta oportuna consigna, resultado del profundo análisis de la situación interna de Rusia, así como de la situación internacional producida por la devastación de la guerra imperialista en marcha; especialmente en Rusia dónde, además, se agregaba un profundo descontento en las filas del ejército,
desabastecido, cansado y depauperado.

Es así que el 25 de octubre por el viejo calendario, 7 de noviembre por el nuevo, ante el llamado del crucero Aurora, las masas se lanzaron a la toma del  poder. Cuáles fueron entonces las medidas urgentes tomadas por el poder soviético: en primer lugar, aprobar los decretos de la paz y de la tierra. El primero mostraba al mundo que la clase obrera no serviría a los intereses imperialistas en una guerra injusta y por tanto Rusia debía salir de ella; el segundo cumplía el deber de entregar las tierras a sus legítimos dueños y con ello cumplir el sueño ancestral de la mayoría del campesinado ruso. Tras dichas medidas, se formaliza la alianza obrero-campesina para hacer imbatible a la revolución.

El nuevo estado, el de los soviets, se estableció bajo el asedio de la reacción interna y la intervención de potencias foráneas. Durante los primeros meses del gobierno bolchevique y hasta el propio marzo de 1918 la agresión de los Imperios Centrales (compuestos por Alemania, Turquía, Bulgaria y Austria-Hungría) forzó la firma del Tratado de Brest-Littovsk.

En esos instantes, el gobierno revolucionario bolchevique sufrió la traición de los componentes social-demócratas eseristas a la vez que el remanente zarista creaba sus Ejércitos Blancos; desde el exterior las potencias de la Entente Cordial (Gran Bretaña, Estados Unidos, Francia, Japón e Italia) apoyaron con material bélico y dinero a la insipiente contrarrevolución en Rusia, sobre todo luego de la nacionalización de la banca rusa y la cancelación de la deuda externa acarreada por los zares y el Gobierno Provisional.

Los alzamientos de los Guardias Blancos en el Sur, Noroeste y Este de Rusia fueron acompañados de los desembarcos de tropas francesas, anglo -estadounidenses y nipón-estadounidenses en dichas regiones respectivamente. Durante éste primer período hasta noviembre de 1918, el estado soviético,
bajo el liderazgo de Lenin, inició la reorganización necesaria para abatir la emergencia militar en ciernes; implementando la planificación en la maltrecha economía rusa; eliminando la propiedad privada en las grandes, medianas y pequeñas industrias; aprovando la nueva Constitución que el pueblo había reclamado desde febrero de 1917 con un incólume carácter social, frente al desafío presentado por la Entente.

Tras la derrota de los Imperios Centrales en noviembre de 1918 y hasta el año 1922 se disputaría el destino del proceso revolucionario soviético. Los Ejércitos Blancos y sus aliados anglo-atlánticos iniciaron múltiples ofensivas con dirección fundamentalmente hacia Moscú, el centro del poder soviético, y a Petrogrado, la cuna de la revolución.

En respuesta, el gobierno bolchevique adoptó varias medidas de carácter extraordinario para garantizar la disposición combativa del Ejército Rojo de Obreros y Campesinos: se implementó la contingentación en el campo y el racionamiento en las urbes, se implementó la conscripción en el trabajo y el servicio militar, así como la reintegración de oficiales favorables a la causa; éstas medidas, conocidas como el «Comunismo de Guerra», permitieron dar el vuelco definitivo y finalmente derrotar a los Ejércitos Blancos para noviembre de 1920, y a los  interventores en 1922, siendo la ciudad de Vladivostok en el Extremo Oriente de Rusia la última en ser liberada. En ese mismo año, se proclamó la creación de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas.

Un nuevo momento histórico se inauguraba en el siglo XX.

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