Caracas, Venezuela.–Frenado en seco por obra del pueblo y Gobierno bolivarianos, el ilusorio poder paralelo concebido contra Venezuela, dicho en la lengua de su progenitor, sigue en stop y a la puerta del basurero. La salida de varios miembros del «gabinete» ficticio de Alí Babá (entiéndase Juan Guaidó), despectivos ademanes de patrocinadores y aliados, y algún que otro escándalo de corrupción semanal, transparentan al verdadero Juan y a su plan.
El fracaso del interinato progringo emerge acentuado ante el escrutinio, tal como ocurrió en noviembre pasado en las urnas, cuando por amplio margen el pueblo ratificó su apoyo al chavismo, fuerza política que retuvo el liderazgo en 19 de los 23 estados, además del distrito capital de Caracas.
Uno de los encargos del «encargado» consiste en amplificar el coro de la oligarquía, con inducidas consignas de «aspiración democrática» y discursos de «mala gestión de gobierno». Pretenden justificar el robo de activos y finanzas venezolanas por parte de terceros y echar sobre Maduro y su ejecutivo la culpa del rigor que las ilegales sanciones económicas les imponen a la vida en este país. Dividir, irritar, contraponer al pueblo al proyecto bolivariano y decapitarlo es el supremo fin de la componenda.
Venezuela enfrenta peligros que van desde sabotajes y terrorismo, hasta la agresión militar. En días recientes, James Story, embajador designado por Donald Trump y mantenido por Joe Biden ante el gobierno fantasma de Juan Gandul (fe de acierto: Guaidó), desde su guarida «diplomática» en Bogotá, recordó que «todas las opciones están sobre la mesa». Y es así porque ni sus crueles medidas generan el descontento popular al que aspiran contra el Gobierno.
Carecer de la holgura que le deparó la pujanza económica traída por el chavismo y torpedeada por la conspiración yanqui y las élites derechistas, es obvio que al venezolano le acarrea malestar y hasta confusión. Pero este país, en su mayoría, aprendió a decantar. Lo hizo una vez más el domingo anterior, en nutrida Marcha por la Lealtad junto a su Gobierno. Allí estaba Maduro, ovacionado por su pueblo, del que dijo, «logró vencer la pretensión de la Casa Blanca».
Venezuela emite señales de un resurgir económico liderado por la producción petrolera. Guaidó, mientras tanto, en la cuerda floja, sigue con su estreñido «gabinete intestino», aupado por un amo con disgusto que, sin otra carta en la mano, le sumó al impostor otro año de «interinato». Aun así, el falso «gabinete paralelo», de viajes, banquetes y otros «diplomáticos» privilegios, declina en la puerta del basurero. Mientras, el proyecto bolivariano despega.















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