Las conversaciones en México entre el Gobierno venezolano y la oposición, constituyen un diálogo necesario que, para ser exitoso, tiene que transcurrir sin injerencias externas.
Tampoco puede haber ultimátum de algún sector, y la oposición debe reconocer que dialoga con un Gobierno legítimo, y que no podrá haber acuerdos razonables mientras la guillotina de las sanciones de EE. UU. y la Unión Europea siga usándose y se pretenda convertir en moneda de cambio para que el Gobierno bolivariano renuncie a su proyecto social.
Apenas inició el diálogo en México, el Gobierno de EE. UU., la Unión Europea y Canadá, anunciaron su «disposición para revisar las políticas de sanciones» contra Venezuela si las autoridades del país «hacen un progreso significativo en las conversaciones» con la oposición.
Así se expresa en una declaración conjunta del secretario de Estado estadounidense, Antony Blinken, el alto representante de la ue para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, Josep Borrell, y el canciller canadiense, Marc Garneau.
Un despacho de la agencia EFE, fechado el 15 de agosto en Washington, deja clara tal intención: «Estados Unidos, bajo el liderazgo del presidente Joe Biden, se ha mostrado más favorable al diálogo como una opción para solucionar la crisis de Venezuela, pero se reserva las sanciones de la era de su antecesor, Donald Trump, como opción para mantener al Gobierno del mandatario venezolano, Nicolás Maduro, en la mesa de negociaciones». O conversas y haces todo lo que te digan, o seguimos apretando el cuello del pueblo venezolano, parece inferirse de lo que refleja este despacho de EFE.
Está claro que tanto Estados Unidos como la Unión Europea no tienen interés alguno en suspender las sanciones contra Venezuela, y más bien parecen comprometidos con los sectores más radicales de la oposición, con el ánimo de que el proceso negociador en México sea uno más y no alcance los objetivos previstos.
El propósito de aclarar desentendidos, dirimir disputas, limar contradicciones y favorecer que la verdad prevalezca, fue borrado de la agenda elaborada por el Departamento de Estado, y sus pretensiones están muy alejadas del verdadero sentir del pueblo bolivariano.
El haber llegado a estas negociaciones entre el legítimo Gobierno venezolano y la oposición es plausible, pero no creo que pueda avanzar todo lo que se quiere, si un sector opositor, liderado por Juan Guaidó, sigue cumpliendo el guion de Estados Unidos y apoyando las medidas coercitivas impuestas contra el pueblo.
Si Guaidó y quienes lo «fabricaron» están interesados realmente en dialogar, que se haga realidad el pedido de que se levanten las sanciones y se devuelva el dinero confiscado al país, que sus ciudadanos necesitan para la adquisición de vacunas contra la pandemia de la COVID-19, que ya ha dejado más de más de 3 700 muertos, según Reuters.
Analizar, discutir, aclarar, reconocer insuficiencias en el sistema de gobierno o en el ejercicio de la política, eso es admisible y así lo ha planteado el propio Maduro. Sumarse al coro de quienes en Washington y la Unión Europea, además de sancionar, son capaces de pretender crear un «Gobierno paralelo» y hasta nombraron presidente a Guaidó, es la más repudiable y antidemocrática acción.
Hay que reconocer el gran esfuerzo del Gobierno y de una parte de la oposición para llegar a esta ronda de conversaciones. Ojalá no sea en vano y fructifique algo tan esperado por todos: la paz y la convivencia sin injerencia.
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